Los escándalos matrimoniales son un auténtico peligro para las monarquías. Más que guerras, revueltas y repulsa popular. Una corona con los pies de barro en la intimidad del dormitorio es un enemigo débil a quien se puede tumbar de un toque en la barbilla. Por eso el tema Jaime del Burgo es tan espinoso, y por eso ha pasado todo lo que ha pasado con el expríncipe y actual rey de Dinamarca. Federico X ha sido coronado después de que abdicara su madre, la reina Margarita, de 83 años. Una renuncia que rompía una tradición milenaria en el país, la de un monarca que abandonaba el barco por voluntad propia, pero que respondía a una alarma nacional, a una cuestión de estado. La Corona peligraba. Federico la había liado demasiado gorda.
El royal danés fue pillado en plena escapada secreta con Genoveva Casanova en octubre por las calles de Madrid. La revista 'Lecturas' publicaba las fotos con esta amiga VIP y demasiado íntima con quien se había estado viendo desde hacía 2 años. Después llegarían detalles jugosos sobre la clandestinidad del encuentro y apuntes sobre las intenciones de la cita, coincidiendo con el estallido del escándalo nacional en Dinamarca, la desaparición del mapa de la socialité mexicana y el papelón de los reyes de España ante el matrimonio real durante la visita oficial a los Glücksburg en Copenhague. Aquella cara de Letizia al infiel, el gesto con la agraviada Mary Donaldson, y al final la bomba del Burgo y todo lo demás. En fin. Culebrón de los buenos. Con todo tipo de ingredientes. Y la aportación siempre sensacional de la mejor cronista royal, la catalana Pilar Eyre.
Eyre, en 'Lecturas', aporta la información necesaria para entender el miedo y los temores que la cazada a Federico provocó a su madre y a toda la institución que ha llevado encima durante décadas. Margarita tuvo que enmendar los desastres del niño, una vez más. La historia siempre se repite en Dinamarca. Pero en este caso la situación no era ningún simulacro, no. "Primero se lo comunicó a la Primera Ministra. Ni sus propios consejeros, ni por supuesto su hijo, lo sabían". Habla la escritora de la decisión drástica de la reina de 83 años, que si bien había pensado dejar el cargo en alguna ocasión, había cambiado de opinión. Sufría de problemas de salud, pasando por quirófano e incluso abandonando vicios legendarios, como el tabaco. "Margarita había decidido operarse de la espalda en febrero para atajar sus dolores, y había vuelto a montar a caballo y a cazar, soportando el frío y largas caminatas a pie, con bastón, eso sí. Al salir de su operación manifestó que estaría en el trono hasta la muerte".
La aparición de la Casanova y de su Casanova particular provocaba otro giro de timón, desesperado y urgente. El riesgo más importante era que Mary Donaldson lo mandara a hacer gárgaras y todo temblara de manera brutal: la alternativa, el príncipe Joaquín, no sería la más ideal, y Christian está muy verde todavía. Un lío. La única vía de convencer a la australiana, que se había largado con los hijos a su país, era el órdago: "Margarita envió a un consejero a Australia para comunicarle su propósito de hacerla reina y solo entonces Mary cambió de parecer y decidió que le compensaba fingir que aceptaba la explicación de su marido: que no había pasado nada". Todo mentira, pero todo rentable. Después han venido los besos impostados, las cobras... y lo que Genoveva todavía no ha dicho. El caso arde.