Los tres jinetes del Apocalipsis de la Corona son Jaime Peñafiel, Pilar Eyre y Pilar Urbano. Los dos primeros son más poderosos porque escriben cada semana en publicaciones de éxito. Urbano es cauta como un escorpión, vive oculta hasta que sale y pica. El digital El Español le ha encargado su versión del adiós precipitado de Juan Carlos. Peñafiel ve una conjura de Felipe y Letizia. Eyre explica que es porque el emérito está a las últimas y a punto de quedar postrado en silla de ruedas. Pilar Urbano se sabe el sumario del caso Nóos como la Biblia tras dedicarle un ladrillo de libro y tiene una explicación complementaria: el rey se va por corrupción.

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Escribe Pilar Urbano del riesgo que sobrevuela Zarzuela: que Juan Carlos sea imputado en el TS: "Cuando se tiene dinero fuera, recuperarlo no es fácil si la fortuna se encuentra paraísos fiscales. Si ha intentado movilizar sus fondos en cuentas en el extranjero en estos cinco años, una vez que no es inviolable, entran en escena delitos como la evasión, el blanqueo y el fraude fiscal". El rey Juan Carlos ha renunciado a la asignación de 200 mil euros anuales de la Corona porque es pecata minuta. Se sospecha que tiene millones escondidos en bancos que le permiten pagar escuelas de lujo de todos sus nietos y vivir no como un rey sino como un sultán. ¿Cómo los habría obtenido? Haciendo de comisionista de negocios de grandes empresas españolas, desde el AVE a la importación de petróleo. Urdangarin lo vio y lo imitó. Pero el original es mejor que la copia y al yerno lo pillaron. Su silencio en la prisión es, de momento, su seguro de vida. En el juicio todo fue "No lo sé, no me acuerdo"

GTRES

Urbano sabe que el silencio no dura para siempre y escribe el máximo temor de la Corona: "Investigar por parte de partidos republicanos la procedencia de esos fondos que Corinna cantó. O por qué no, que el yerno encarcelado y desterrado por la Casa Real tire de la manta". Y Urbano, que conoce bien al rey, concede otra razón del paso a un costado: la vanidad. "Juan Carlos no acepta ser peón de su hijo Felipe en actos marginales y de poca monta".

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Este es el cuadro final de por qué no veremos nunca más a Juan Carlos I representando a España: Letizia, una silla de ruedas, corrupción y vanidad.