Charlène de Mónaco y Alberto II de Mónaco han copado últimamente gran parte de los titulares en el diminuto Principado. Mónaco es un país muy pequeño, de hecho solo es Montecarlo, y los habitantes viven de las curiosidades de la Casa Grimaldi. Las revistas del corazón de allí se centran básicamente en figuras como Carolina de Mónaco, Carlota Casiraghi, Estefanía de Mónaco -que acaba de ser abuela- o los príncipes. Estos últimos viven señalados constantemente: todas las miradas de los monegascos están puestas en Alberto y Charlène. Los rumores de separación son constantes y aumentan cada vez que la consorte falla a una cita principesca, pero ahora ha pasado todo lo contrario.
Y es que Charlène ha reaparecido y por todo lo grande. Tras varios días sin tener imágenes de ella, ahora la prensa monegasca y la prensa gala la han cazado en la Catedral de Santa María de la Asunción. ¿El motivo? El recuerdo del fallecimiento de Rainiero III, padre de Alberto, Estefanía y Carolina, fallecido hace justo dieciocho años.
Lo dicho, Charlène y Alberto asistieron a la misa oficiada por el Arzobispo Dominique-Marie Jean Michel David. Y no asistieron de cualquier manera: sabían lo importante que era la ocasión para que los focos captaran la complicidad que existe aún entre los príncipes. Así fue: el mandamás principesco y la ex nadadora sudafricana nativa de Zimbabwe llegaron cogidos de la mano, como dos enamorados. Una puesta en escena única para acallar los chismorreos y rebajar la tensión. La realidad es una y es tozuda aunque a algunos no les guste: Alberto y Charlène no se separan ni se separarán en un corto periodo de tiempo. Parece que su amor va para largo.
El afectuoso gesto con Carlota
Carlota de Mónaco dicen muchos y muchas que es la royal más guapa del mundo. No lo discutimos: juega a otra liga, igual que Charlène. Ambas parecen hechas para ser miembros de la realeza y lo demuestran en cada uno de sus actos. Ayer, en el acto de conmemoración a Rainiero III, tía y sobrina se fundieron en un tierno, cariñoso y cariñoso abrazo, el cual demostró la complicidad que existe entre ambas, por mucho que digan lo contrario algunos medios rosas. Con este gesto y con un intercambio de palabras con Estefanía, a quien Charlène felicitó por haber sido yaya, la princesa de Mónaco cerró filas junto a su marido Alberto y toda la Familia Real. Hay Grimaldis para rato.
Carolina: todo al negro
Otra de las grandes protagonistas de la ocasión fue Carolina de Mónaco. La hermana del príncipe monegasco recurrió a un despampanante vestido negro que acaparó todas las miradas de los expertos en estilismo. Al contrario que Charlène, la cual vestía un conjunto compuesto por falda larga semitransparente con un original estampado a cuadros y top a juego, Carlota recurría a un impecable traje de corte clásico con manga francesa al que sumaba una mantilla bordada también negra. Un look similar al de su hija Carlota Casiraghi, que no defraudaba con dos piezas de tweed negro acompañadas de medias negras. Brutales Carolina, Charlène y Carlota.