El escándalo Letizia-Del Burgo tiene dos víctimas, Leonor y Sofía, de 18 y 16 años. Felipe, el cornudo, ya es mayor para gestionar una infidelidad y en casa su madre le ha enseñado desde pequeñín a lucir en público y en privado la resignación a los continuos engaños de su esposo, el rey Juan Carlos. En la Zarzuela los cuernos son tan tradicionales como el discurso de Navidad. Jaime Peñafiel distingue entre el adulterio cometido por un miembro de sangre real o de un plebeyo como Urdangarin o Letizia, pero en la intimidad de la cama conyugal no existe esta distinción: los cuernos duelen igual sea quien sea quien los pone. Y cuando son públicos y todo el Reino lo murmura, todavía duelen más. Felipe lo está llevando de una manera extraña: sonríe más que nunca puertas afuera pero luce una mano rota que nadie sabe a ciencia cierta cómo se hizo. La versión oficial dice que jugando a pádel, pero si alguna cosa está enseñando el silencio clamoroso de los cuernos reales es a dudar de las "versiones oficiales". Es perfectamente plausible que Felipe tuviera un ataque de rabia contra una columna de Palacio o que le soltara un puñetazo a su excuñado Jaime del Burgo. Las que no queda claro cómo lo están llevando son las hijas. La pequeña está aen Gales alejada de todo. En cambio, Leonor está en Zaragoza rodeada de toda la actualidad y la noticia la ha dejado tocada.
Desde el 3 de noviembre que se hizo público el engaño durante 2 años de Letizia a Felipe no se había visto ninguna fotografía de Leonor. La revista Hola mostró unas imágenes suyas anteriores al escándalo, la noche del 1 de diciembre saliendo de fiesta por bares de Zaragoza. Una estrategia para desmentir que la heredera fuera aquella noche a una discoteca madrileña bebiendo vodka hasta las 6 de la madrugada. Aquella noche la chica estaba feliz, de copas con amigas en una terraza de la capital aragonesa. 48 horas después saltaba el escándalo y Leonor no ha salido más del cuartel militar. Ninguna imagen hasta hoy, que el diario El Heraldo de Aragón publica las primeras fotos de la princesa, con la cara seria, triste, solitaria entre sus compañeros de promoción durante una salida militar a los Pirineos para hacer instrucción de montaña en la estación de esquí de Astún, en Huesca.
La fotoperiodista del diario aragonés consigue varias imágenes de Leonor y en todas sale con el mismo ademán: cabizbaja, sola, pensativa y triste. La imagen muy decaída de Leonor contrasta con la del resto de sus compañeros, disfrutando de la salida a la nieve, y por supuesto contrasta con la imagen jovial de la cadete Borbón cuando está rodeada de todos sus compañeros, donde interactúa, sonríe y luce pletórica. El contraste es más que evidente y lógico. Leonor sabe que la monarquía es imagen y la del matrimonio real está muy tocada.
Leonor está muy tocada. El escándalo real coincide en el tiempo con el escándalo por sus salidas nocturnas de madrugada con alcohol de alta graduación. Curiosamente, se han reducido sustancialmente las noticias sobre Juan Carlos, Froilán o Iñaki Urdangarin, los tres focos de mala imagen más potentes de la Familia han pasado a un segundo plano. Si el escándalo favorece a alguien es a las ovejas negras de Zarzuela que por comparación han pasado a ser como mínimo no las únicas manchas en la Corona. Qui prodest, a quien beneficia los escándalos de Letizia a Juan Carlos. Está preparando una fiesta de cumpleaños el 5 de enero para revitalizar su imagen y podría dar la campanada y decir que vuelve. A ver con qué cara Felipe se lo impide. Por suerte no existe la abdicación hacia atrás, es decir, si Felipe deja la Corona no vuelve a Juan Carlos, qué más querría al anciano rey, sino que va a esta cadete, tocada, triste pero definitivamente la última oportunidad de la Corona para salvar su imagen. El reinado de Felipe y Letizia ha acabado en pleno 2023: su matrimonio no soportó la presión de la corona y lo que es peor: el secretismo, la opacidad y esconder la verdad los pone a la misma altura que el penoso reinado de Juan Carlos.