Que los británicos tienen un paladar y un gusto culinario peculiar forma parte de la historia de la humanidad. Un rasgo de identidad al que no escapan sus royals, ni mucho menos. Hay un poco de todo, desde aficionados a comida basura como Guillermo y Kate Middleton, al ejemplo que nos ocupa en estas líneas: el de la princesa Ana de Inglaterra, hermana del rey Carlos III. Hace solo 5 días, la señora de 73 años abandonaba el hospital después de sufrir un accidente a caballo el pasado 23 de junio. Su estilo de vida, siempre vitalista y activo, le jugó una mala pasada. Afortunadamente, ha podido recuperarse. Y también volver a sus costumbres cotidianas.

Paseos, cuidado y atención de sus perros y animales, y sobre todo, un repertorio impactante de manías gastronómicas. Los chefs y personal de cocina asignados a la princesa han soltado algunos detalles sobre el tema, y ciertamente, la dieta resulta repulsiva en algunos aspectos. Cuando menos, en nuestros estándares. Pasamos lista, gracias a la edición anglosajona de la revista '¡Hola!'

El día empieza bien, saludable y muy recomendable. Recoge personalmente los huevos de sus gallinas, y se pone delante de un cuenco de fruta fresca para aportarle los azúcares de origen natural que actúan como gasolina para el organismo. No se parece de ninguna manera a la dieta de otra princesa, Kalina de Bulgaria, que se pone fina de patatas hervidas, arroz, pasta y leche de cabra. Ahora bien, la letra pequeña de Ana tiene su aquel: es apasionada de los plátanos, pero solo en un estado de conservación que para muchos es incomestible. "Negros por dentro", asegura estremecida la redactora de la revista, mucho más divertida que sus rígidos compañeros españoles. Dice uno de los cocineros de la princesa, que se buscaba la vida para conseguir las piezas más pasadas en las fruterías, que lo hacía porque así es más sencilla su digestión. Claro, ya están procesados cuando entran en su estómago. Glups.

Ana de Inglaterra / Instagram

¿Más cosas que le gustan a la señora? Pues un producto procesado en las antípodas de este credo saludable: unos pasteles enlatados de una conocida marca british, que tienen riñones y otras vísceras animales. También le encantan las empanadas de cerdo y los pescados ahumados y secos. Una combinación escalofriante, pero que tiene un antídoto que siempre lleva en el bolso: según su hija, Zara Tindall, la madre no sale nunca de casa sin un kiwi. Por si le viene el hambre... o tiene que matar el aliento con un cítrico refrescante. Parece que, en este caso, los kiwis tienen que estar en su punto. Verdes, no negros. Aunque nunca se sabe: es una intrépida de la vida. Por favor, que no nos invite jamás a comer.