De todos es sabido que la reina Letizia, si una cosa tiene, es que es muy estricta. El qué dirán le hace perder el sueño. El mantener siempre la compostura y las formas, y el mostrarse inflexible en que las cosas se hagan como ella dice y como ella quiere. Si a eso le sumamos que la institución monárquica, que la casa real española, ya es de por sí un nido de protocolo, de hacer ver lo que no es, de tirantez, imaginen qué puede salir de todo ello: una serie de prohibiciones y normas que todo el mundo tiene que seguir a rajatabla. Y cuando decimos todo el mundo, es todo el mundo. También sus dos hijas, Leonor y Sofía. O especialmente, sus dos hijas, Leonor y Sofía.

Letizia y sus hijas / Efe

La princesa y la infanta son las dos personas que tienen más a mano Felipe y Letizia, por razones obvias. Por lo tanto, son las dos personas que más normas tienen con respecto a su comportamiento. Los reyes quieren evitar a toda costa que sus hijas, la heredera al trono y su hermana, puedan descarriarse y hacer lo mismo que la oveja negra de los niños borbones, un Felipe Juan Froilán de Todos los Antros que se va de fiesta a afters ilegales, en compañía de menores, de gente de dudosa procedencia y de mala vida, y en un lugar donde han encontrado cocaína rosa, tusi, y cuchillos, desesperando una vez más a los escoltas que lo siguen. Por eso no hay ninguna imagen de Leonor en el internado de Gales participando en ninguna fiesta o pasándoselo bien, por eso no se muestran sus novios, por eso la tienen a ella y a la infanta Sofía como en una burbuja.

Sofía y Leonor / GTRES

Educadas bajo la más estricta vigilancia, hay muchas cosas que no pueden hacer. Ni decir. Un libro de reciente publicación, Los hombres de Felipe VI, de José Apezarena, revela, por ejemplo, que hay tres palabras que las chicas no pueden decir en voz alta bajo ninguna circunstancia. ¿Cuáles? "No me apetece". No quieren que sus hijas sean unas ninis, que sean zánganas y perezosas y que no tengan iniciativa para hacer siempre alguna cosa de provecho. Letizia y Felipe detestan esta frase y se indignan si se la oyen decir a la princesa y la infanta. La prohibición viene de cuando les negaron comer dulces, que tuvieron que sustituir por nueces, y de su intento constante de recibir con buenos ojos los platos que tenían en mesa. También, la tristísima sopa de acelgas que tanto le gusta a la reina.

Felipe, Letizia y sus hijas / GTRES

No es la única regla que han diseñado los monarcas para sus hijas, respecto a alimentación, horarios o estudios, tal como destaca El Español. ¿Qué más se tienen que grabar en la frente con fuego las jóvenes? Por ejemplo, que las dos tienen prohibido el uso de internet durante la semana. Ni internet ni sus programas de televisión preferidos, que solo pueden ver los fines de semana, durante sus ratos de descanso. Horarios estrictos que las hacen ir a dormir máximo a las 9 de la noche, aunque es posible que Leonor, ahora en el internado de Gales, se salte a la torera estas normas, aprovechando la distancia que la separa de Zarzuela y de sus padres. Pero Sofía pilla a buen seguro. Más. Respetar el pacto de silencio, es decir, callar y no revelar nunca cualquier intimidad de qué pasa dentro de las paredes de Zarzuela. O prohibido, también recibir regalos en público. Únicamente los pueden recibir en privado y en ocasiones especiales. Pero lo más llamativo de todo, la prohibición más miserable, es que las hijas de los reyes, según el citado medio, "tienen prohibido expresar sus sentimientos en público, en consecuencia, si quieren llorar deben contenerse". Una prohibición que demuestra muy poca humanidad y empatía, y la firme voluntad de presentar a las chicas como si fueran robots, lejos de la naturalidad y espontaneidad que demuestran otros royals de su edad en sus apariciones públicas.

Felipe, Letizia y Sofía, despidiendo a Leonor en el aeropuerto / GTRES

Leonor y Sofía, pues, que tienen terminantemente prohibido llorar... Lo que hace llorar es que todavía haya monarquía en España.