Si hoy ven a la reina Letizia, felicítenla. ¿Por su 50.º cumpleaños, que celebra justo este 15 de septiembre? También. Pero el motivo por el cual la tienen que felicitar de verdad es por haber vivido algunos momentos patéticos al lado de su amor, el rey Felipe. Hoy que la asturiana cumple años, sopla 50 velas, hoy que la reina celebra medio siglo, seguro que han asistido una avalancha de informaciones y panegíricos sobre su vida, sobre qué bien que lo hace todo, sobre qué reina más moderna que tienen los españoles y bla, bla, bla. Páginas y más páginas en los diarios, minutos y más minutos en las televisiones y las radios regalándole las orejas a la monarca, que celebra una fecha como esta haciendo muchos años ya, que está en Zarzuela.
En sus greatest hits hay de todo: el cuento de hadas de cómo una periodista cambió su vida (y su cara) y se convirtió en la mujer del heredero al trono español, y después, en toda una reina; sus habituales visitas al quirófano, pasión por el bisturí que le ha cambiado el rictus y pasión por tener los músculos más musculosos del país; su (mala) relación con sus suegros, a los que detesta y no se esconde, por mucho que hagan el paripé cuando están juntos; la escena top en la Catedral de Palma, limpiando con cara de asco el beso que la reina Sofía le dio en la frente a su hija Leonor; o sus salidas de tono, gestos de evidente desaprobación y malas caras en diferentes momentos donde ha aparecido al lado de su marido en algún acto oficial.
Este jueves que todo es Letizia por aquí, Letizia por allí, quién si no Pilar Eyre ha recordado la anécdota más sublime que se recuerda de Letizia en todo este tiempo que ha pasado de presentar informativos a ser la reina de los españoles. Un momento grotesco que corresponde, sin embargo, a cuando era la novia de un príncipe, y no de un rey. Explica la periodista y escritora que más sabe de la monarquía en España cómo fue el primer encuentro entre el nuevo novio de Letizia, hace 18 años, y una de las personas más importantes para la asturiana, su abuela Menchu Álvarez del Valle.
Eyre le explica a Susanna Griso en Espejo público que Letizia llamó a la yaya y le dijo: "'Abuela, te quiero presentar a mi chico, a mi novio'. La abuela dijo: 'Bueno, ¿y quién es? ¿Otro periodista?'. Y ella: 'No..., bueno, es sorpresa... ya vendremos mañana a verte'". Y tan sorpresa. Cuando llegaron a su casa familiar en Asturias la esperaba la abuela y la hermana de esta, su tía-abuela, "estaban las dos ahí con su perrillo en la puerta". La reacción de la abuela de la reina, impagable. Fíjense en cómo mencionó a Felipe: "Empezaron a parcar muchos coches negros con los cristales tintados. La hermana decía: 'Como coches de muerto'. De uno de ellos aparece Letizia, con varios hombres altos. Y de uno de ellos dijo Letizia: 'Este es mi chico'. Y la abuela se quedó...: 'Pero si es el principito!!'". Maravillosa la abuela Menchu. Pero no era el personaje creado por Antoine de Saint-Exupéry. Era el Borbón. Aunque como comprobó la yaya, el principito Borbón sabía tan poco del mundo como el piloto que va a parar a un pequeño planeta donde se hace amigo de un zorro. Este le resume la esencia del libro, "Lo esencial es invisible a los ojos".
Pero a los ojos de la abuela lo que vio fue un hombre que no sabía hacer la O con un canuto, un príncipe acostumbrado a que se lo hicieran todo, un niño malcriado que a duras penas sabía hacerse el nudo de los cordones de los zapatos. Y el ejemplo que da Eyre es demoledor: "La abuela, emocionadísima, le dijo '¿Qué quieres tomar?'. Y el dijo: 'Una Coca-Cola'. Y ella: 'Ah, pues ahora te la traigo'". La respuesta de Letizia a la abuela, muy ilustrativa: "No, no, no!! Déjalo que vaya él, porque le estoy enseñando a todas estas cosas de la vida cotidiana. A abrir neveras, a abrir botellas de Coca-Cola, a servirse él mismo... Son cosas que no ha hecho nunca y yo le estoy enseñando'"... Impresionante... A abrir neveras... El muy caradura no había abierto una nevera en su puñetera vida. Impresionante. Eyre también recuerda que "Desde el salón en completo silencio oyeron el clic clic de la puerta del frigorífico al abrirse y cerrarse. Varias veces". Como si hubiera visto a un extraterrestre. Tienen que entender al principito, para abrir una nevera hacen falta estudios de física cuántica. Esperemos que con el tiempo, el marido de la homenajeada que hoy cumple 50 años, ya haya aprendido a abrir neveras... Lo que todavía no ha aprendido a hacer es a reinar.