Nuevo acto por parte de la Corona española y nueva ocasión en que nos hemos quedado con los ojos como platos por lo que ha hecho la reina Letizia. Pero vamos por partes. Después de su visita a Portugal, donde la asturiana lució un vestido blanco a topos negros y donde tuvo un descuido que provocó que se le viera la parte interior del cinturón, los reyes han vuelto a Madrid, donde este martes han tenido una nueva cita institucional.
Los Borbones han ofrecido una comida en honor al presidente de la República de Angola, Joâo Manuel Gonçalves Lourenço, y a su mujer, Ana Afonso Dias, que se encuentran en el país en visita oficial para profundizar y afianzar las relaciones bilaterales entre los dos países. Aparte de los ilustres huéspedes, por el Palacio Real también han desfilado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, así como diferentes autoridades, asociaciones y fundaciones invitados al festín.
Para esta ocasión, la reina ha escogido un vestido impecable de color rosa chiclé. Pero lo que más ha llamado la atención, aun como era de chillón el modelito, no ha sido ninguna prenda de ropa que llevara encima, sino lo que ha hecho durante la comida, después de los discursos delante del atril por parte de su marido Felipe y del presidente angoleño.
Aquí ven el momento en que Felipe y Gonçalves Lourenço brindan por la unión de los dos países antes de empezar con el festín. Y justo después de este instante, se ha producido una escena que ha sorprendido por parte de Letizia. Hasta hace un tiempo, era impensable verla cómo la hemos visto, pero ya en una recepción reciente, en este caso, al presidente de Chile, Sebastián Piñera, vimos que la reina española se pasa por el forro sus propios principios y ha sucumbido a seguir el protocolo comme il faut.
De todos es sabida la animadversión que tiene Letizia por el alcohol. La reina nos tenía acostumbrados a unas imágenes repitiendo siempre el mismo gesto maleducado, grosero y saltándose todos los protocolos en los brindis de Estado. La norma obliga, cuando el anfitrión pronuncia el discurso y después de levantar las copas, llevarse el vaso a los labios y beber un traguito. Letizia nunca hace ni el gesto. Mientras todos los comensales beben ella se queda plantada mirando la copa sin ni hacer el gesto de mojarse la boca. Pero con Piñera eso empezó a cambiar.
Y por lo visto, Letizia le ha cogido el gusto a probar el cava que le ponen para brindar y por segunda vez consecutiva, no ha dudado en dar un trago después de brindar su copa con el presidente de Angola. Justo al hacerlo, incluso, se ve cómo se remoja los labios como saboreando la bebida que se acababa de tragar.
De hecho, de los siete comensales que hay en la mesa, Letizia es la que primero se pone la copa en la boca y bebe. Quizás porque le está cogiendo el gusto, quizás para sacarse el mal trago de encima cuanto antes.
Parece, sin embargo, que Letizia se va relajando y que incluso alguien como ella, tan maniática y tan suya, ahora ya se saca la mascarilla sin tanta angustia y se atreve a beber un poco de alcohol, ni que sea de manera testimonial. Ya van dos comidas institucionales seguidas. A este paso, en la próxima recepción institucional de los reyes la veremos atreviéndose incluso a tomar un carajillo para hacer la sobremesa.