La reina Letizia quiere tenerlo todo atado y bien atado. Su talante controlador y de aquí se hace lo que yo digo tuvo su clímax en la Catedral de Palma con el encontronazo con su suegra Sofía por querer hacer fotos con las niñas cuando no tocaba.
Pero de muestras del exhaustivo control que lleva la asturiana rigurosamente para que la Casa Real no se descontrole todavía más de lo que ya lo está, hay muchas. Eso la lleva a menudo a un paroxismo del orden. Una especie de Marie Kondo de la Zarzuela intentando que un descontrolado Juan Carlos no la pifie todavía más y cerrando puertas a que la puedan relacionar con sus cuñadas Cristina y Elena, y especialmente, sus maridos. El diario El Español bautiza a Letizia con un sobrenombre rotundo: "La reina del síndrome del 'control freak': sus 9 obsesiones (además de por su cara)". Pim, pam, pum. En una misma frase le dicen controladora, freaky, obsesa y adicta al bótox.
Entre estas 9 obsesiones de la mujer de Felipe tienen cabida las referentes a la alimentación, las fotos, la ropa, la educación, las hijas o su imagen: "Ese intento de parar el tiempo en su cara es tan sólo un signo más de la obsesión que la Reina tiene por controlar todo". El rictus del rostro no es lo único que quiere controlar. El medio considera preocupante la obsesión por la perfección de Letizia y ponen algunos ejemplos reveladores de hasta dónde puede llegar.
Por ejemplo, explicando que en su llegada a Zarzuela iba siempre acompañada de una libretita, como un alumno aplicado de los que se sienta en primera fila de la clase. Según una fuente de Casa Real, en los primeros años como princesa,"se afanó en aprender las obligaciones de su nueva vida entrenándose casi como un marine. Tenía un cuaderno donde iba apuntando todo. Observaba, apuntaba, observaba, apuntaba". Parece que en lugar de Letizia hablen de Jack Nicholson en El resplandor.
Una dieta saludable para ella y sus hijas y deporte cada día, si puede, también son innegociables. "Madruga mucho, se levanta sobre las siete y suele aprovechar esa primera hora, siempre que su agenda se lo permite, para trotar por los jardines de Zarzuela". Claro está que la rareza más destacable de esta control freak tiene que ver con puertas. No soporta que queden abiertas. Cuando ella pasa por una, el séquito que la acompaña la tiene que cerrar. No puede verlas medio abiertas. O medio cerradas. Y ponen como ejemplo una situación en unos Premios Princesa de Asturias en un hotel ovetense. "Esa mañana la puerta no se quedó cerrada del todo. Durante la audiencia la Reina no paraba de mirar hacia allí. Cuando terminó el acto, le cayó una bronca al ayudante que no había cerrado del todo... Nadie se había dado cuenta, solo ella," confiesan a El Español desde Casa Real.
No es que la Letizia-reina haya transformado a la Letizia-periodista. Es que ya venía de serie. Una compañera suya en TVE explica que "Podía repetir una misma entradilla veinte veces si no le salía de diez. El pelo, la chaqueta, el maquillaje... todo tenía que ser perfecto". Perfecto... Pues no ha ido a parar a la institución más perfecta del país, que digamos.