Si no tienen el libro póstumo de Carlos García-Calvo, Letizia. De la A a la Z, ya tardan. Un recopilatorio de conceptos que explican mucho sobre cómo es la reina española. Una serie de entradas relacionadas con cada letra que valen mucho la pena.
En el interior hay algunos hallazgos que son de traca. Cómo la llamaban a ella y a su grupo de amigas sus detractores o el taco que va diciendo constantemente en Zarzuela para no tener que pronunciar la palabra 'Jolines'. Hay cosas más sabidas, pero también algunas situaciones que le llegaron al autor que son poco conocidas. Quedémonos en la letra "A" donde hay dos definiciones que tienen que ver con qué come Letizia. Conocida es su animadversión a todo aquello que le haga ganar algún gramo y a la comida precocinada. Por no hablar de su odio visceral al dulce. En "Azúcar" recordamos aquella situación después del confinamiento cuando, visitando un chiringuito de helados en Benidorm, la reina preguntó al heladero si tenía sin azúcar: "Cuando le dijo que no, dio media vuelta y se alejó". Azúcar no, acelgas sí.
En la "A" tenemos otra entrada, "Alimentación", donde leemos la obsesión por la comida sana, con especial predilección por las acelgas, con un secreto escondido marca de la casa, una sopa que las niñas comen día sí día también. En la escuela de Leonor y Sofía, Santa María de los Rosales, deben estar hasta el gorro de recibir indicaciones sobre qué se puede cocinar y qué les pueden dar a las niñas borbón. Igual que las mismas implicadas.
Escribe García-Calvo: "El supuesto régimen de comidas healthy del Pabellón del Príncipe, hogar de los Borbón Ortiz, ha hecho que proliferen los memes en las redes en torno a la Princesa de Asturias y la infanta Sofía añorando grandes chuletones". Y quién sabe si estas añoranzas algún día se han materializado, contraviniendo directamente la orden de su madre de exclamar vade retro Satanás cada vez que tengan en frente cosas de comer que no entran dentro del estricto menú. Porque según explica el escritor, en una ocasión fue Leonor quien se comió a escondidas, no un chuletón, pero en la escala de productos odiados por Letizia, algo peor: "Cuenta la leyenda que en un viaje escolar por Navarra, doña Leonor entró en una pastelería donde compró una gran caja de bombones que se fue comiendo ávidamente por la calle".
La vida es como una caja de bombones, nunca se sabe qué té puede tocar. Pues a Leonor le ha tocado una madre que detesta los pequeños placeres de la vida.