'Vaya, vayita...' que diría al personaje de Jep Cabestany de La Competència de RAC1. Al final resultará que Letizia se parece más a su 'querida' suegra de lo que ella querría. Ya lo dicen que de tal palo, tal astilla. Porque Leti y Sofi utilizan las mismas (malas) artes con todos aquellos que no le bailan el agua. Unas dudosas maneras que aplica con los detractores que no le ríen las gracias y no escriben lo que ellas querrían leer.
Quizás es que pasan mucho tiempo juntas durante estos días en Palma y ya se sabe que 'todo lo malo, se pega'. El caso es que la periodista Pilar Eyre ha revelado en las páginas de Lecturas que el paripé de Marivent, los posados poniendo buena cara ante los medios de comunicación para salir bien afables en las revistas del corazón esconden una cara oculta que sólo pueden percibir los profesionales destinados a cubrir las vacaciones de los Borbones. Explica Eyre los intríngulis de la foto del verano, la aparición pública de la familia real delante de los flashes, con una sonrisa de oreja a oreja por parte de la reina. Pero una sonrisa de aquellas que incorpora frialdad y vendetta.
¿Qué comportamiento tiene la reina con los periodistas? Un tú sí, tú no de manual. Un dar coba a quien te ríe las gracias y un castigar a quien no.“Cuando nos encuentra en Mallorca, a los del sector adepto les estrecha la mano fuertemente y con entusiasmo, mirando a los ojos... A los que molestamos por alguna crítica, nos gira la cara y nos ignora”, le comentan colegas de profesión a Pilar Eyre. Ella apunta, sin embargo, que en Marivent se la ve saludando uno por uno a los periodistas... Una táctica sibilina más de la monarca: "Ahí no puede escaquearse, pero emplea la siguiente táctica. Te da la mano blanda y va hablando a gritos con alguien que está a dos lugares detrás de ti sin dirigirte ni una mirada...”.
Curioso. ¿Porque saben qué hacía a menudo su predecesora en el cargo? La reina Sofía, según explicaba el fotógrafo Oriol Maspons, cuándo daba la mano, al mismo tiempo reñía a quien se la daba, sin perder el rictus sonriente de la cara. “Te la tiraba abajo si se la dabas demasiado alta, la subía a tu boca para que la besases, pero si acercabas demasiado los labios, te la retiraba bruscamente, aun a riesgo de desmembrarte... Y lo hacía con su sonrisa imperturbable, mientras tú estabas queriéndote morir de vergüenza”. Es lo que tiene creerse por encima del bien y del mal.