Las Casas Reales europeas son la misma cosa con envoltorios diferentes. Bien, con matices. El objetivo es más o menos el mismo, pero ni las formas, ni el contenido ni el estilo tienen nada que ver. Para explicarlo con claridad: mientras la realeza española destaca por vacía y por hacer del postureo bandera, el resto de homólogos intentan dignificar mínimamente una institución caduca y medieval. ¿Y qué quiere decir esto? Trabajar, ser naturales, acercarse a la gente y no hacer tanto el papelón como los inquilinos de Zarzuela. Un ejemplo claro es lo que está pasando estos días en dos puntos alejados del planeta: Alemania y Tanzania. Las protagonistas son las reinas consortes de España y Holanda, Letizia Ortiz y Màxima Zorreguieta. El día y la noche. El yin y el yang.
Felipe y Letizia están de visita oficial en Berlín, visitando exposiciones y los lugares más representativos de la capital del país. Las últimas instantáneas son en la Puerta de Brandenburgo, donde han sido recibidos por las autoridades y por una lluvia persistente, un clásico local. Al monarca español lo hemos visto contrariado por la adversidad meteorológica, la lluvia no le gusta. Mientras tanto, su mujer Letizia hace aquello del "dientes, dientes" de la Pantoja. La sonrisa de la reina es tan extrema que es imposible pensar que sea real. Pero vaya, que así es como algunos entienden la realeza: impostura. Teatrillo. Un momento de gloria para lucirse ante los fotógrafos para el disfrute de sus parroquianos, que comentarán con entusiasmo si Letizia lleva este traje o este otro, si los tacones son más o menos altos, si el colgante brilla o no brilla, si está más en forma, operada o cambiada que el día anterior. Y mientras tanto, la reina holandesa está en Tanzania, pero mucho más preocupada por devolver la amabilidad de sus anfitriones y poca cosa más.
La argentina no ha perdido ni medio segundo en someterse a una sesión de maquillaje y peluquería en el avión que la transportaba a África. Un viaje muy largo y que se traduce en una alteración evidente de la imagen de cualquier ser humano: llegas cansada, despeinada, con ganas de ir al hotel, dormir y darte una ducha reparadora. Hay quien se escondería de los objetivos y los flashes, pero ella no es de este tipo. Sirve para lucir las grandes joyas de la corona, pero también para comportarse de la forma más sencilla. Máxima ha saludado al séquito que la esperaba a pie de pista tal y como es ella, al natural. Y punto. Cosa impensable en la reina de España, que tiene otras prioridades.
Uno de los detalles más jugosos de la reina de Holanda, sin embargo, no lo encontrarán en su rostro, no. Tienen que mirar mucho más abajo, a sus pies. Ha tocado tierra en Tanzania luciendo unos mocasines con calcetines. Sacrilegio en España, que como bien explican en Vanitatis, es "algo que en nuestro país llegamos a tachar de aberración estilística". Pues toma aberración. La goleada de Holanda es total. Y no es la primera. Ni será la última.
Letizia habla por la ropa, la moda y los complementos estilísticos. Ya podría aplicarse mucho más en otras cuestiones y subir un poco el nivel de Zarzuela. Seguiremos esperando, sin demasiada esperanza, la verdad.