Juan Carlos I siempre ha sido un seductor. Por todos es conocida su fama de mujeriego. Se acostó con numerosas mujeres a lo largo de todo su reinado. Miles de engaños a la reina Sofía, a quien nunca amó. Se casó por obligación, en ello se escuda para defenderse de sus infidelidades. Sabía agasajar a todas sus amantes, también a Sofía, para que no se enfadase por sus humillaciones, a veces públicas, guardase silencio y no pensase en la palabra divorcio que arruinaría la corona y sería todo un escándalo.
El padre de Felipe ha sido un galán de apariencia. Mucho se ha hablado de su relación con sus amantes, pero no todas quedaron satisfechas. Dos de las más conocidas, Bárbara Rey y Corinna Larsen han roto su silencio y no se sienten satisfechas de haber conocido al exmonarca. Por su condición de rey recibía numerosos regalos, algunos que solo eran para pedir favores a cambio. Las altas esferas sabían los gustos del marido de Sofía, uno de ellos eran los relojes. Por ello, le regalaban muchos, algunos repetidos y otros simplemente no le gustaban, estos últimos los vendía en secreto en su joyería de confianza. El dinero que recibía a cambio lo utilizaba para comprar regalos para sus amantes, de esta forma nadie se enteraba de nada, ni tan siquiera Sofía.
No se gastaba ni un euro en regalos
Las joyas que luce la reina Sofía permanecen a la reina Federica, ninguna de las más caras se las ha regalado Juan Carlos. Sabía adular a las mujeres, pero no las conquistaba precisamente con regalos caros, tampoco a la madre de sus hijos, por lo menos no si los tenía que pagar de su bolsillo. Con Sofía podía pagarlo con los Presupuestos Generales del Estado.
Bárbara Rey rompió su silencio en el documental sobre su vida, ‘Una vida Bárbara’, y destapó lo que Sofía, por respeto y protocolo, nunca se atrevió a revelar. En la época que se dieron los encuentros entre la vedette y el emérito, la madre de Sofía Cristo sufría importantes problemas económicos, peor Juan Carlos nunca la ayudó. "Yo tuve que vender mis joyas para dar de comer a mis hijos. Así estaba. Y él no tenía un detalle. Bueno, me regaló una monedita de oro y cuando fui a empeñarla no me la cogieron porque era de 14 kilates y lo mínimo eran 18. Imagínate”. No es oro todo lo que reluce, nunca mejor dicho.
Poco después empezaron las escuchas, su gran pesadilla. “En mi casa, el teléfono estaba pinchado. En la puerta se ponía una furgoneta con antenas estrambóticas", ha contado Bárbara. "Él a veces me decía cosas comprometidas por teléfono y yo le pedía que no me las dijera, porque yo sabía que nos escuchaban, pero él decía que le daba igual. Una vez los escuché que decían: 'Apaga el magnetofón que ha terminado de hablar'. Y les dije 'Sois lo más tonto que hay en España".