En más de una ocasión hemos podido comprobar cómo la reina Sofía es una persona besucona y cariñosa. Probablemente, la miembro de la familia real que menos objeciones tiene a expresar públicamente el afecto que les tiene a su familia.
Muchas veces los besos de Sofía no han sido del todo correspondidos, sólo hay que ver la prolífica vida extramatrimonial de su marido Juan Carlos que la ha dejado llorando en más de una ocasión. Y muchas veces, sus besos le han costado más de un disgusto. No hay que ir muy lejos para recordar el descalabro monárquico que se creó cuando besó a su nieta Leonor delante de la Catedral de Palma y después su nuera Letizia fue corriendo a limpiar la saliva de la frente de la princesa de Asturias.
Pero Sofía seguirá siendo cariñosa por mucho que Letizia vaya detrás de cada ósculo que ella haga. Y no sólo su familia es la receptora de los besos de Sofía. Los animales también son una pasión de la reina emérita y siempre que tiene algún acto oficial donde hay alguno, se muestra absolutamente entregada a ellos. Osos panda, caballos, asnos, perritos o tortugas han comprobado en sus pieles lo que siente aquel niño pequeño cuando va a visitar a la tía-abuela y esta se lo come a besos.
Ahora Sofía no tiene a nadie. La familia real la ha dejado sola como la una en Palma, mientras el marido va a los toros con la hija mayor, mientras la hija pequeña prefiere ir del brazo de la madre de Urdangarin, mientras el hijo se marcha con su avión real y mientras las nietas se van a Nueva York con Letizia, ella ha sido la única que ha continuado con la borbónica costumbre de pasar las vacaciones en Mallorca. Por eso, a la que ha tenido ocasión de tener un animalito cerca, no la ha desperdiciado y le ha hecho, como no, un beso. Un beso insólito.
La revista Vanity Fair explica que Sofía está pasando el verano en la isla sin familia, por eso busca refugio en un grupo de "discretísimas" amigas con las que hace planes. "Discretas como ella, de su edad y de origen aristocrático. De origen vasco, extremeño o catalán, y todas mallorquinas de corazón pues viven en la isla", explica la publicación sobre estas Sofía ladies. "Abuelas, ninguna de ellas desocupada, damas cultas, aunque no exageradamente eruditas, refinadas pero no cursis, católicas practicantes pero no beatas, y conservadoras aunque con buenas dosis de rebeldía". Explican que con ellas pasa las tardes, después de que durante la mañana se dedique a desayunar delante del mar y a leer revistas del corazón.
¿A dónde van Sofia y las amiguis? Al Flanigan -un restaurante de un amigo de la familia-, a casa de la duquesa de Badajoz -una de las mayores confidentes de la reina emérita que dicen que es quien mejor cocina de la isla-, a los diferentes mercados de Palma, al taller de la joyera Isabel Guarch, cocinando galletas que después regala a quien las quiera probar o comiendo helado de almendras en la heladería Ca'n Joan de S'Aigo. Uno de estos días, sin embargo, ella y el grupo de amigas fueron una tarde a visitar Els Calderers, una finca donde se enseña cómo se vive en la Mallorca más tradicional e histórica. Allí hay una granja con las especies animales más características de la isla. Por ejemplo, cerdos negros.
Esta especie de cerdos es una raza típicamente mallorquina con la que se elabora sobrasada de la mejor calidad. Al verlos, Sofía y su hermana Irene se abalanzaron sobre ellos y empezaron a hacerles besos y carantoñas ante la mirada estupefacta del resto de amigas ante la escena, según Vanity Fair. Ninguna de ellas entendía a qué respondía esta muestra de afecto, por pena que pudieran hacer las bestias antes de ser sacrificadas. ¿La respuesta? En una zona de Alemania, de donde es originaria mucha de la familia griega de la reina emérita, se dice que besar a un cerdo da muy buena suerte... Suerte la que necesitará la familia real. Que le vayan trayendo a Sofía una pocilga... Tendrá que dar muchos besos para salvar a la monarquía de tantos escándalos.