La Catedral de Palma se ha quedado con un palmo de narices este Domingo de Resurrección. Hace décadas que se había convertido en el escaparate predilecto de la Familia Real española, que no se perdía ninguna misa de Pascua desde 1995. Una tradición establecida por Juan Carlos y Sofía en las postrimerías del segundo milenio, y que ha continuado hasta 2019 incorporando a Felipe, Letizia y las hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía. Allí, de hecho, se han vivido momentos inolvidables, como la riña entre reinas por hacerse una foto con las niñas. Todo esto forma parte de un pasado que no volverá: ya no hay Borbones sentados en el templo. La pandemia hizo que ni en 2020 ni en 2021 hubiera representación oficial de Zarzuela. Este 2022, sin embargo, el coronavirus no ha tenido la culpa. Los motivos son otros: la destrucción de los lazos familiares y el "sálvese quien pueda" que impera en la estirpe.
Felipe, Letizia, Leonor y Sofía se han quedado en Madrid aprovechando las vacaciones de la princesa heredera, que ha vuelto del internado de Gales para pasar 10 días en España. Una estancia que han aprovechado para visitar un centro de acogida de refugiados ucranianos, en la primera aparición pública del año de una Leonor muy cambiada. En cuanto a Juan Carlos, qué podemos decir: sigue en su jaula de oro en Abu Dabi, por donde ha pasado parte (y trozos) de la familia para visitarlo, dejando un rastro de fotografías polémico y patético. Allí no estaba evidentemente la mujer del Borbón, Sofía: la griega ha preferido pasar la Semana Santa en Mallorca, sola, quizás porque al resto de la saga la abuela les molesta. Allí ha disfrutado de conciertos y procesiones, y todos esperaban verla en el acto litúrgico más importante de esta época. Pues bien, se han quedado todos con las ganas.
Sofía ha pasado de todo y no se ha presentado al templo de la capital de Mallorca, una verdadera excentricidad conociendo a la emérita, siempre fiel a las tradiciones. Pero claro, con el totum revolotum en el que se ha convertido su familia incluso ella ha decidido que ya es suficiente de compromisos y de obligaciones. Total, nadie le agradece absolutamente nada, y todo son gestos despectivos hacia su figura. '¿Pa´ qué?´, no? Además, teniendo en cuenta las instantáneas de su marido con hijas, nietos y nietas en los Emiratos, todo el mundo estaría pendiente de cada gesto, de cada mueca, de cada paso de la reina en la Catedral. Su aparición sólo alimentaría el jaleo, un trago que ha preferido ahorrárselo y dedicar las últimas horas en Marivent haciendo cualquier otra cosa en compañía de su hermana Irene.
El aspecto de la Catedral y de la misa ha quedado bastante deslucido. Nada que ver con la multitud de fotógrafos y cámaras de televisión de otras ocasiones, así como el ejército de curiosos inherente a la visita de los monarcas y de su entorno más próximo. No han trascendido los motivos de esta ausencia, pero es fácil imaginarse la soledad y la tristeza de la mujer de 83 años, que en la recta final de su vida está pagando con lágrimas haberse casado con Juanito. Sí, ha sido reina, pero a qué precio.
Y mientras tanto, Juan Carlos 'living el exilio loco' con los benefactores árabes y "amenazando" con volver. No será para visitar a su mujer, eso seguro.