A lo largo de su vida, Sofía de Grecia ha sido reconocida por su compromiso inquebrantable con la institución monárquica. Su dedicación la ha llevado a priorizar su rol como reina por encima de su papel como madre y abuela. Incluso en su condición de reina emérita, continúa manteniendo una estricta jerarquía y exigiendo respeto de quienes la rodean. Sin embargo, detrás de esta imagen pública de rectitud, existe un hábito que podría estar comprometiendo seriamente su salud y reduciendo su esperanza de vida.
En los últimos años, se ha conocido un aspecto más íntimo de la reina Sofía, gracias a publicaciones como Doña Sofía. La Reina habla de su vida, de Carmen Enríquez y Emilio Oliva. Según este libro, la madre del rey Felipe VI fue una fumadora habitual durante gran parte de su vida, llegando a consumir hasta diez cigarrillos diarios en su etapa más intensa. Según sus propias palabras, comenzó a fumar "para parecer mayor", una razón que compartía con muchas jóvenes de su época.
La reina Sofía no perdona el cigarrillo después de comer
La reina Sofía insiste en que su consumo es esporádico y que no se considera una fumadora empedernida. Pero aunque asegura que ya no es una fumadora compulsiva, Sofía mantiene el hábito de encender un cigarro en momentos específicos, como después de comer, considerándolo un placer al que no está dispuesta a renunciar. Este comportamiento, que podría parecer inocuo, va en contra de las recomendaciones médicas que le han instado a abandonar por completo el tabaco debido a los riesgos que implica para su salud cardiovascular y su esperanza de vida.
Un hábito que también ha generado preocupaciones entre sus allegados y médicos. La reina Sofía, quien siempre ha proyectado una imagen de sobriedad y cuidado personal, ha sido especialmente criticada por no cumplir con las indicaciones médicas, dado su historial de salud y su rol como figura pública.
Los médicos recomiendan a Sofía dejar el tabaco por completo
Como decíamos, expertos médicos coinciden en que incluso un consumo moderado puede tener graves consecuencias, especialmente en personas mayores. Cada cigarro contribuye a un deterioro progresivo de la salud, algo que, en su caso, podría comprometer aún más una esperanza de vida ya de por sí vulnerable.