La reina Sofía se distingue por su exigencia, tanto consigo misma como con los demás. Desde su ascenso al trono de España, ha dedicado todo su esfuerzo a sus responsabilidades institucionales, relegando su papel de madre y mujer a un segundo plano. Su deseo sería permanecer en el trono hasta el final de sus días, pero las acciones cuestionables de Juan Carlos han alterado ese destino. A pesar de las dificultades, Felipe ha optado por mantenerla en la institución como reina emérita, asignándole la realización de eventos solidarios y religiosos que coinciden con su agenda.
Reside aún en el Palacio de Zarzuela, a un kilómetro de la residencia de Felipe y Letizia, imponiendo una estricta jerarquía en la que, a pesar de que Letizia es la reina actual, Sofía insiste en su superioridad y en recibir reverencias tanto de ella como del resto de la familia, así como de los invitados y empleados. Aunque Letizia ha reformado las normas establecidas por su suegra, Sofía las desatiende por completo, manteniendo su autoridad en el palacio.
Tensa relación entre Sofía y Letizia por una empleada
Los empleados de Zarzuela son conscientes de la tensa relación entre Sofía y Letizia, aunque sorprendentemente comparten características de carácter, como su soberbia y su trato poco amable hacia el personal. Algunos trabajadores se quejan de su comportamiento reprochable, lo que conduce a renuncias y a la firma de contratos de confidencialidad millonarios para mantener en secreto lo que ocurre dentro de los muros del palacio.
Sofía exige la perfección en todos los aspectos y no tolera errores ni faltas de respeto. Cualquier infracción conlleva un despido inmediato, como lo experimentó recientemente una de las empleadas más antiguas, despedida por llegar tarde y ausentarse con frecuencia. Aunque esta acción fue considerada irrevocable, se fundamentó en la traición de la empleada, que había entablado una amistad íntima con Letizia durante los últimos siete años de servicio. Según Pilar Eyre en su blog de la revista Lecturas, Sofía prefiere no quejarse ni protestar, pero muestra inflexibilidad con el personal, desechando prendas que considera mal planchadas sin expresar queja alguna. "La reina no se deja aconsejar y nunca protesta. Pero es inflexible con el servicio, si ve que una prenda no está bien planchada, no dice nada, se limita a tirarla al suelo”, explica Pilar Eyre. La periodista define a la emérita como una mujer “de fuerte carácter y muy reina”. Aunque no regañaba a sus trabajadores, cuando no estaba contenta, sus gestos hablaban por sí solos y sabías perfectamente que algo iba mal. “Si le dabas un tirón sin querer, no te decía nada, pero la mirada… buf, la mirada…”, explicó una de sus peluqueras.