El estado de salud de la reina Sofía se ha convertido en un motivo de preocupación dentro de la Casa Real. Con el paso del tiempo, la que fuera una de las figuras más activas de la familia ha comenzado a mostrar signos evidentes de deterioro físico, hasta el punto de que ha tenido que recurrir a un bastón para desplazarse dentro de Zarzuela. Aunque intenta mantener una imagen de fortaleza en sus apariciones públicas, la realidad es que su movilidad se ha visto seriamente afectada.
La situación se ha vuelto aún más difícil debido a los constantes golpes emocionales que ha enfrentado en los últimos meses. La reina emérita ha visto cómo las tensiones familiares han crecido, afectando directamente su estado de ánimo. La distancia con sus nietas, Leonor y Sofía, es cada vez mayor, y sus visitas a Zarzuela son menos frecuentes, lo que ha intensificado el sentimiento de soledad de la monarca.
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La reina Sofía acusa los golpes recibidos en los últimos años
A esto se suma la delicada situación de salud de su hermana, Irene de Grecia, quien ahora necesita asistencia continua y se desplaza en silla de ruedas. Ver a su hermana en este estado ha sido un golpe emocional difícil de asimilar para Sofía, quien siempre ha estado muy unida a ella. Esta preocupación constante ha repercutido en su propio bienestar físico, minando su ya reducida vitalidad.
Por si esto fuera poco, la reina Sofía ha tenido que afrontar la pérdida de seres queridos en un corto período de tiempo. El fallecimiento de su tío abuelo, el príncipe Miguel de Grecia, la llevó a viajar a Atenas para despedirlo, en un acto que la dejó visiblemente agotada. Poco después, la muerte de Juan Gómez-Acebo añadió otra carga emocional a su ya frágil estado. Estas pérdidas han incrementado su sensación de tristeza, afectando aún más su ánimo y, por ende, su estado de salud.
La edad no perdona a la reina emérita Sofía
Aunque ha encontrado cierto consuelo en la aparente reconciliación entre sus hijos, Felipe, Cristina y Elena, esta leve esperanza no ha sido suficiente para mejorar su condición. Su deterioro es cada vez más evidente, y aunque en el pasado lograba disimular el impacto del paso del tiempo, hoy los signos de fragilidad son innegables.
Durante el funeral de Juan Gómez-Acebo, Sofía ya mostró dificultades al caminar, necesitando apoyo para desplazarse. En otra ocasión, durante un paseo en Mallorca, sufrió un tropiezo que estuvo a punto de hacerla caer, una señal clara de que su equilibrio y fuerza ya no son los de antes.
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Ahora, dentro de Zarzuela, la reina ha tenido que aceptar el uso de un bastón, aunque trata de no utilizarlo en público para evitar comentarios sobre su estado. Sin embargo, este nuevo apoyo deja en evidencia que su movilidad ha disminuido considerablemente. A sus 86 años, la reina Sofía enfrenta una etapa de mayor vulnerabilidad, en la que el peso de los problemas familiares, las pérdidas personales y el propio envejecimiento están marcando su día a día con mayor intensidad.