Una de las anomalías más visibles de la Corona española es que coexisten cuatro reyes, como una baraja de cartas. Juan Carlos para abdicar exigió la condición de garantizarse todos los privilegios: residir en Zarzuela, conservar los 1800 millones de dinero negro evadidos en paraísos fiscales y un detalle poco menor: mantener el título de rey. Países más civilizados con monarquías más consolidadas y menos acomplejadas como la Holandesa decidieron que la reina Beatriz, al abdicar en favor de su hijo Guillermo, pasaba a ser la princesa Beatriz, para evitar dobles reinas. Máxima de Holanda es la única reina de los Países Bajos y la suegra es solo princesa. Como debe ser. Pero Juan Carlos se resistía a ser solo príncipe y exigió seguir siendo rey con el añadido de emérito, chapuza que nadie se explica. Diez años después el emérito solo conserva los millones y Felipe es el único rey que vive en España. En cambio, coexisten dos reinas, una de sangre azul, Sofía, princesa griega y reina emérita consorte, y la plebeya Letizia. No se soportan. Ahora con más razón. Letizia engañó a Felipe con Del Burgo y Zarzuela otorga más actos oficiales a Sofía en solitario que a la mujer de Felipe.
Esta semana ha vuelto a suceder, Letizia solo aparece de comparsa del marido o de las hijas, en la recepción a los campeones de la Eurocopa o en un acto militar en Pontevedra. En cambio, la reina Sofía ha presidido un acto este miércoles en Atapuerca, al yacimiento arqueológico más importante de la Península y casi de Europa. La reina Sofía de 85 años se sentía joven rodeada de restos de homínidos de 1,2 millones de años. La madre del rey fue vestida como es habitual en ella, como una tarotista: con una túnica hippie, alpargatas de esparto, bolso del mercadillo mallorquín y decenas de colgantes, anillos y amuletos. Estaba en Burgos presidiendo un acto oficial de la Corona como si paseara en el Paseo Marítimo de Palma. Lo más particular de la visita es que el subdirector del yacimiento es un arqueólogo catalán e independentista de piedra picada: Eudald Carbonell.
Carbonell decidió aparecer con una muñequera de color amarillo. Sería para provocar, porque le gusta el color, por el amarillo indepe o por casualidad, pero queda claro que no se la quiso quitar y Sofía se sentó lejos de la autoridad en arqueología, una eminencia mundial. No los sentaron juntos, pero de lado el salacot y el bigote del gran Eudald Carbonell representan la ciencia, la cultura y la dignidad. Sofía es una royal desde la cuna que se niega a hablar ninguna lengua española, no digamos ya el catalán, y se niega a trabajar. Eudald y Sofía son aceite y agua.
Letizia tendrá su oportunidad de mostrar el anticatalanismo habitual de la Casa el próximo martes, cuando presida en el Salón de Cent del Ayuntamiento de Barcelona la reunión de los directores del Instituto Cervantes. Recibida por Jaume Collboni, entrará en una casa que se cree suya: Telma Ortiz, la hermanísima, trabajó en la Casa Consistorial con el anterior alcalde socialista Jordi Hereu, enchufada. Letizia y Sofía no soportan a los indepes. Eudald Carbonell es de Ribes de Freser, tiene 71 años, arqueólogo, militante de Bandera Roja y responsable del PSUC en Girona, además de candidato del PSUC en el Congreso de los Diputados. Impulsó el manifiesto de históricos del PSUC a favor del referéndum del 1-O. El más royal de todos es él.