La vida de la reina Sofía seguramente no es la que esperaba vivir. La infelicidad ha sido algo habitual en su día a día. Se casó con alguien a quien no amaba. Su corazón siempre perteneció a Harald de Noruega, un amor no correspondido que la sumió en una profunda tristeza. Mientras que su matrimonio con Juan Carlos ha sido un completo desastre. El emérito nunca correspondió a sus sentimientos. Se limitaron a mantener relaciones íntimas únicamente hasta que tuvieron un hijo varón que heredara la corona. Tras nacer Felipe, el emérito se dedicó a sus numerosas amantes repartidas en diversas ciudades. Algunas fugaces, otras más duraderas.
Conocida como la "reina cornuda", Sofía soportó humillaciones y soledad, contando únicamente con el apoyo de su hermana Irene de Grecia frente a las infidelidades de su esposo. Aunque vive cerca del Pabellón del Príncipe, ha pasado años sin recibir visitas de sus nietas. Ellas han tenido siempre predilección por la otra abuela, Paloma Rocasolano, quien ha ejercido el papel protagonista mientras Sofía era arrinconada por la reina Letizia. Solo la ha estado visitando su hijo Felipe.
La reina Sofía sigue enganchada a las compras innecesarias
Sofía no tardó en acostumbrarse a los desplantes de su marido. Pero todavía le cuesta aceptar del desmorone de la familia. Una ruptura que empezó en 2013 con tras el escándalo del caso Nóos y la retirada de los miembros de la imagen de la corona. Esta soledad es la que ha desencadenado una depresión en Sofía, quien se refugia en uno de sus peores vicios: las compras. Esta adicción, arraigada desde 1975 y revelada por Pilar Eyre, la lleva a gastar gran parte de su sueldo en lujos y caprichos, especialmente cuando se encuentra en Londres o Palma de Mallorca, donde se la puede ver paseando y llenando sus manos de bolsas que contienen ropa y joyas innecesarias.
Sobre todo el pasado verano. Sofía quedó desilusionada por la imposibilidad de reunir a toda su familia según lo planeado. Felipe y Letizia vetaron el encuentro, imponiendo su voluntad sobre la de la reina emérita. Y la reina Sofía sació su tristeza realizando compras compulsivas y gastando miles de euros.
Aunque lo cierto es que este hábito no logra satisfacerla realmente. Es como una especie de TOC. Tras realizar las compras, Sofía entrega las bolsas llenas a su personal de servicio para que lo ordenen y guarden todo, olvidando rápidamente sus adquisiciones y enfrentándose de nuevo a la cruda realidad de su soledad y descontento emocional.