La Clínica Ruber Internacional es el centro de salud de referencia de VIPS, royals y ricos en general. Allí está ingresada, desde la pasada noche del martes 9 de abril, la reina Sofía. Una infección en el tracto urinario, que todo el mundo da por hecho que es una cistitis, ha complicado la existencia de una mujer tradicionalmente fuerte: con 86 años podemos contar con los dedos de una mano las veces que ha sido ingresada o ha caído enferma. En cambio, sí que ha visitado muchos hospitales y clínicas a lo largo de su vida. También esta en concreto, especialmente por acontecimientos alegres como nacimientos. La Ruber es muy de natalicios, y allí vino al mundo, un 31 de octubre de 2005, la princesa Leonor. Y un 29 de abril de 2007, dos años después, la infanta Sofía. La foto que ilustra este artículo corresponde a la visita de la abuela por la llegada de la segunda hija de Letizia.
17 años después, es la presunta mujer de Juan Carlos de Borbón la que se ha convertido en paciente de la clínica. Ni su marido ni sus nietas la han ido a visitar; de hecho solo han pasado por allí Felipe VI y la infanta Elena. La primogénita dejaba una imagen extraña entrando y saliendo del edificio, primero muy seria y, al marcharse, con una mascarilla quirúrgica que no se entiende bien. De momento no hay ningún tipo de actualización sobre su estado de salud, más allá del primer comunicado diciendo que la evolución era satisfactoria, y de las palabras del propio rey de España asegurando que se encontraba bien y con ganas de volver a casa. A nadie le gusta estar en un hospital, evidentemente. Ni que sea en una suite de lujo, como su caso. Pero claro, el lujo es una cosa muy compleja. Puede ser enormemente deprimente, tétrico y dejado.
Este centro fue creado el año 1942, en plena dictadura franquista, tiene 82 años. 3 menos que Sofía, por lo tanto, son coetáneos. Los gustos de aquella época eran otros, más recargados, oscuros, sobrios y aburridos de morirse. Y por aquí van los tiros: las suites, como la que ilustran en su página web, son muy espaciosas, sí, pero entre las diversas cortinas y los sofás de un tejido pasado de moda, las lámparas, la mesilla y los tonos cromáticos escogidos, el mundo se empequeñece de manera atroz. Y es poco higiénico: un festival de ácaros. Cosa que curiosamente choca con el suelo de baldosas cerámicas que sí, que será limpio y asèpico, pero es feo como una mala cosa. No hay por dónde cogerlo.
Algunas de las habitaciones más exclusivas, como la que ocupa la reina emérita, tienen terraza y jardín, cosa que sería de agradecer para poder huir de aquella cárcel antiestética. No parece nada agradable. Aunque podría haber otra posibilidad: que la paciente royal estuviera encantada de la vida, que se sienta como en casa. No sabemos exactamente por qué, pero apostaríamos a que la zona de Zarzuela habitada por Sofía y su hermana Irene no será un paraíso de decoración de estilo nórdico, armonioso, zen, etcétera. Transmite sensación de cerrado y rancio, como la monarquía.