La reina Sofía recorre las calles de Palma de Mallorca completamente sola, acompañada solo de su personal de seguridad. En la isla balear, la emérita encuentra paz y tranquilidad, muy necesaria en estos tiempos en los que su vida se ha convertido en la trama de una telenovela. Hace un par de años que la mujer de Juan Carlos ya no es la misma mujer poderosa y vital de antaño. Los años pesan, pero los problemas de la vida también. Ella siempre había encontrado el apoyo que nunca encontró en su marido, en sus hermanos. Viajaba muy a menudo a Londres para reunirse con Constantino de Grecia, y también para llenar maletas con compras, es una adicta a las compras. Pero ahora ya no está, hace poco más de un año tuvo que despedirse de uno de los pilares de su vida de forma prematura y prácticamente por sorpresa, sin tener el tiempo suficiente para asimilarlo.
El segundo golpe que le ha dado la vida en tan poco tiempo está relacionado con su hermana Irene, la mujer que ha permanecido a su lado durante cincuenta años. Ha sido su escudo para combatir los engaños, las traiciones y las infidelidades de Juan Carlos. La emérita se acuerda perfectamente de todo, o casi todo, y por eso estará eternamente agradecida. Sin embargo, Irene ya no. Hace un año se desveló que padecía Alzheimer, y hasta la fecha ha progresado demasiado rápido. La semana pasada apareció en silla de ruedas, demacrada y con la mirada totalmente perdida.
La reina Sofía se refugia en las compras para superar su depresión
La reina Sofía se encuentra cada vez más sola. Se ve cada vez más mayor y sabe que su final está muy cerca. Ya ha tenido algunos pequeños problemas de salud, así como olvidos y algunos tropiezos. Su familia está muy preocupada. Se ha intentado retirarla de la institución pero no hay forma. Ella quiere morir reina.
El pasado martes se la pudo ver pasando demasiado calor, 40 grados a la sombra, a las cuatro, cinco de la tarde, dando un paseo por el centro histórico de Palma de Mallorca. A la emérita le encanta ir de compras, pero no a este ritmo ni en estas condiciones prácticamente inhumanas.
Por este motivo se ha ido sola y de incógnito a hacer unas compras, donde ha gastado miles de euros, no tiene autocontrol. La emérita podría sufrir una especie de depresión por esta soledad impuesta y se refugia en las compras para llenar ese vacío de su familia. Sin embargo, es algo que en cinco minutos le desaparece. No le llena. Da las bolsas al personal de servicio para que le coloquen las prendas en sus armarios y se olvida, vuelve a la triste realidad. Escondía en su casa de Zarzuela al lado de su hermana.