El cautiverio de la Reina Sofía ha llegado a su fin. Felipe, Letizia y las niñas se han ido de Palma y ella puede recuperar la libertad. Ha tardado muy poco en dejar el Palau de Marivent y dar un paseo por el la ciudad, hacer 'shopping' en tiendas exclusivas e ir de terracitas con su séquito. La marcha de la familia a Madrid ha acabado con la restricción de movimientos de la señora. Curioso: su marido infiel y presumtamente corrupto disfruta de una libertad de movimientos muy diferente, exiliado en buena compañía en los Emiratos Árabes en un hotel de 11.000€ la noche. Ella no podía ni cruzar la puerta de la casa, por aquello del 'qué dirán'. Eso sí que es amor, respeto y comprensión.
La jaula de oro de la emérita se ha vuelto a abrir y ha aprovechado para asomar la cabecita. Una salida en la que se ha dejado fotografiar, claro está, poniendo aquella sonrisa forzada y enigmática. Qué debe pensar esta mujer para no reventar con las fechorías de Juan Carlos, mandarlo a hacer puñetas y "tirar de la manta". No, no pasará. Está enganchada a su posición social, económica y nobiliaria. A Juanito le ha permitido de todo a cambio de mantenerse en el mismo sitio, y mientras no le quiten eso, seguirá aceptando con docilidad las órdenes de la Casa. Y ahora no tiene órdenes. Puede salir de la guarida con su hermana Irene y un matrimonio amigo, y celebrarlo como una victoria personal merendando y mirando bolsos de megalujo, mientras la gente de Palma la mira y piensa "pobre señora (rica)". Un planazo, vaya.
La monarquía española, una triste historia de escándalos, frivolidad y tiranía. Sofía ha comprado el paquete completo, pero incluso así, da pena.