La periodista Pilar Eyre ha aprovechado la reciente Semana Santa para revelar detalles reveladores sobre la relación secreta entre Juan Carlos I y Corinna Larsen, una historia que, durante años, se mantuvo oculta a los ojos del público. En un artículo publicado en la revista Lecturas, Eyre desvela cómo comenzó esta relación y cómo se consolidó en secreto, sin que la familia real estuviera al tanto de lo que realmente sucedía entre ambos.
Según Eyre, durante su relación, que comenzó en 2004, la princesa, como la llamaba el monarca, logró tomar las riendas de la situación, ejerciendo una especie de poder oculto sobre el rey emérito. Esta relación, que aparentemente fue apasionada, adquirió una intensidad tal que, según la periodista, Corinna se convirtió en una figura dominante, a tal punto que el rey le enviaba cartas de amor y ramos de flores a diario.

La reina Sofía se enteró de todo
El momento crucial de este relato llega cuando la reina Sofía, al parecer, fue alertada por sus primos alemanes sobre las intenciones de Corinna, a quienes calificaron como una "vampiresa sin escrúpulos". Esta alerta puso a Sofía en una posición incómoda, ya que, si bien el rey había intentado minimizar la situación, la reina no tardó en darse cuenta de lo que sucedía detrás de puertas cerradas. Según Eyre, la reina Sofía entraba sin previo aviso al despacho de Juan Carlos, tratando de obtener información de sus amigos más cercanos para descubrir qué estaba ocurriendo en realidad. La convivencia se volvió cada vez más tensa, y la atmósfera en Zarzuela se llenó de desconfianza.
Para entonces, la relación entre el rey y Corinna ya había alcanzado niveles inesperados. Mientras Juan Carlos pasaba más tiempo con ella, en su residencia privada de la Angorrilla, la situación se volvía cada vez más visible. No solo pasaban Nochebuena juntos, sino que, incluso después de cumplir con sus compromisos familiares, Juan Carlos dedicaba tiempo a Corinna y su hijo Alexander. La Angorrilla se convirtió en un lugar central para su relación, con Juan Carlos realizando actividades cotidianas con la mujer que, a sus ojos, representaba algo más que una simple amante.

Expulsada cuando se convirtió en un problema
Corinna disfrutaba de privilegios que solo una reina podría tener, como escoltas personales y un trato especial que la ponía en igualdad de condiciones con la propia Sofía. En muchas ocasiones, la princesa organizaba eventos, y el rey se mostraba completamente embelesado con ella, incluso en presencia de otras personas de la realeza. Según relatos de aquellos que compartieron momentos con ellos, el monarca se mostraba completamente pendiente de Corinna, quien se encargaba de todos los detalles a su alrededor, hasta el punto de servirle el whisky y tomar decisiones por él.
Sin embargo, la situación tomó un giro inesperado cuando Corinna, una mujer de gran personalidad y carácter, se convirtió en una figura casi invisible en la vida de Juan Carlos I. Fue después del viaje a Botswana. “’Don Juan Carlos se va a Madrid y usted y su hijo, princesa, pueden irse a la mierda”. Así, con estas rotundas palabras, en abril del año 2012, un desesperado miembro del CNI que había traído al rey desde Botswana con la cadera rota y preveía profundas complicaciones, puso fin a la estancia de Corinna en España que había durado ocho años”, revela Eyre. “Fue embarcada rumbo a Suiza a empujones como si fuera una delincuente con su hijo de diez años en brazos, sollozando, y no se le permitió ni recoger un cepillo de dientes en la Angorrilla”, concluye la experta.