Esta cara de la Reina Sofía lo dice todo. La mujer del huido Juan Carlos se ha tenido que tragar otro escándalo de faldas, el enésimo, tal y como reveló en exclusiva el periodista argentino Ernesto Ekaizer en el 'Preguntes Freqüents' de TV3. A sus 82 años, el escarnio no se detiene. Ahora con su biógrafa de cabecera, la escritora francesa de 45 años Laurence Debray, autora de Mi rey caído' ('Mon roi déchu'), del que hemos empezado a conocer detalles de todo tipo. El tema de este nuevo romance no sale en las páginas del ejemplar, claro. Es la guinda del pastel, cortesía de Ekaizer. La cuestión es que alrededor de Juanito y su cortejo interminable no hay tregua: das una patada a una piedra y salen tres nuevas relaciones extramatrimoniales del Borbón, vaya cruz.
El rictus de la griega durante la entrega de los premios de la Fundación Mapfre, a la que asistió con su hija Elena, era el de alguien a medio camino entre la preocupación y el hartazgo. Harta por razones obvias. Preocupada porque según las maniobras de la Fiscalía, el Gobierno y el 'deep state', se está preparando el camino para el retorno del huido como si aquí no hubiera pasado nada. Otra vez lo tendrá cerca, volando libre como un pajarillo y sin hacerle ni puñetero caso. Un planazo.
Ahora bien, Sofía intenta disimular sus emociones en público, como buena reina. Son muchos años de entrenamiento reprimiéndose, callándose y dedicándose única y exclusivamente a mover la manita con una sonrisa falsa e inexpresiva, un gesto más propio de una autómata que de un ser humano con sangre en las venas. Si está tocada y nerviosa, que nadie se entere, no sea que alguien se escandalizara. 'Tó pa' dentro', vaya. Y es lo que pasa con su reacción a la biografía de su todavía marido, gracias a la cual nos hemos enterado de que se está quedando delgado como un fideo, con un aspecto más propio de un jubilado millonario que de monarca.
Los periodistas que la esperaron a la salida del acto quisieron pedirle opinión por|para las peripecias de su esposo con su escritora favorita, pero se quedaron con un palmo de narices. Ni una palabra, sólo saludos clásicos a los fans monárquicos como si se tratara de una estrella de rock pasada de moda, maquillando unos ojos vidriosos y castigados. Una ocasión más para leer la cartilla a Juan Carlos y advertirle que ya basta de humillarla. Desperdiciada, claro está, 'para mayor gloria de España'.
Una cara dentro del recinto cuando piensa que nadie la mira, y otra bien de diferente cuando se da baños de masas. Toda la empatía que puede despertar como mujer ridiculizada se desvanece en un instante viendo que sigue actuando como siempre. Recogerá lo que ha sembrado.