Mientras Catalunya celebraba Sant Jordi, los libros y el amor, en Madrid las imágenes han sido diferentes. Cuando menos las que se produjeron en el Palacio de El Pardo, donde la fiesta tenía otra temática: la rojigualda. Una jura de bandera dirigida al personal civil de la Guardia Real, concretamente. Besar la bandera entre militares, eso sí que es un sábado bien parido. La ceremonia contó con una presidencia de honor de primera categoría institucional y mediática: la reina Sofía reaparecía tras dejar plantada la Misa de Resurrección en la Catedral de Palma, en su primera aparición posterior a la famosa foto de su marido huido Juan Carlos con sus hijas y 5 de sus 8 nietos. Lo que ya se conoce como la 'Familia Real B', vaya. Ella, pobrecita, está en el 'C' o, directamente, la que nadie quiere en su equipo.
Que los y las Borbón han apartado a la matriarca, esposa, madre y abuela es una certeza que no admite discusión. Está sola. Por eso casi siempre que la vemos es con agenda propia, ya sea oficial o de recreo. La señora intenta mostrar su mejor sonrisa pero cada vez tiene menos motivos para hacerlo. Y el puñal de la instantánea en Abu Dabi ha hecho más honda la herida. Un estado de ánimo que no pudo esconder mientras pasaba revista y ocupaba un lugar preferencial en la explanada de El Pardo, seria y apagada.
La emérita se presentó vestida con un diseño estampado clásico de tonalidades crudas bastante aburrido. Tampoco había motivos para demasiada alegría ni colorines. Todo invitaba a pensar en que el trámite era un compromiso que molestaba. Pero claro, ha sido una profesional del sector real toda la vida y pone al piloto automático. Ni siquiera cuándo sabía de las aventuras faldilleras de su hombre cambiaba su rictus, una roca. Ahora bien, ya son tantos desprecios que cada vez es más complicado disimular.
En cuanto al acto, uno de aquellos que excitan tanto a los patriotas y patrioteros españoles, tenemos que destacar la enorme cantidad de saliva que tuvieron que utilizar para cumplir con el ritual. 320 civiles adscritos a la Guardia Real hacían cola esperando su turno. Lo que no sabemos, eso sí, es si también obligaron a los perros del cuerpo a hacer lo mismo. Sorprende la imagen de la reina pasando por delante de los miembros del cuerpo junto con sus compañeros cánidos bien atados y en formación. Se ve que este es un requisito para cualquier organismo vivo o especie animal que quiera servir a la Casa Real y al ejército. Ni siquiera así sonreía la reina, pobre.
"¡Españoles! ¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, con lealtad al Rey y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?" '¡Guau!', majestad.