Hace unas semanas hubo preocupación por el estado de salud de Juan Carlos I. El emérito iba a aparecer en las regatas que se celebran en Sanxenxo. Estaba todo preparado para su visita. Sin embargo, por primera vez y sin previo aviso se ausentó. Una ausencia que sorprendió a todos. Se sabía que su avión había salido de Abu Dabi, pero no había aterrizado en España, sino en Ginebra. Habría programado una intervención de urgencia para cambiar las pilas del marcapasos y someterse a una revisión por sus últimos problemas de movilidad.

El rey emérito, con 87 años a cuestas, atraviesa serios problemas de salud, varios de los cuales lo han acompañado durante largo tiempo. Han pasado más de diez años desde aquella aparatosa caída en Botsuana, que marcó el inicio del declive de su reinado. Desde entonces, ha sido sometido a más de diez intervenciones quirúrgicas en las rodillas y la cadera, sin resultados duraderos. Sufre de artrosis en un estado muy avanzado, y su pierna izquierda ha quedado completamente inmóvil. Los tratamientos con células madre a los que recurrió ya no están dando resultado, y aunque se contempla una nueva operación, los médicos consideran que, dada su edad, sería extremadamente riesgoso. Existe la posibilidad de que no sobreviva a la cirugía.
Juan Carlos I recibe el peor diagnóstico de los últimos años
Los especialistas han dado a Juan Carlos I un diagnóstico devastador: tal como se temía, deberá usar una silla de ruedas de manera permanente. Se convertirá en una persona completamente dependiente y necesitará asistencia constante, las 24 horas del día. Esta es una situación que siempre quiso evitar, lo que él mismo considera como su mayor exilio personal.
En estos momentos difíciles, su sensación de soledad se ha intensificado. El rey emérito está profundamente afectado por la perspectiva de sus últimos años. La noticia lo ha dejado completamente abatido, al punto de negarse a salir de su habitación o a comer. Nadie ha logrado hacerlo cambiar de actitud. Los expertos creen que debería recibir ayuda psicológica, ya que podría estar al borde de una depresión severa.
La reina Sofía mantiene distancia con Juan Carlos I, pero sabe de primera mano que su estado de salud no es nada favorable. La emérita ya no es su mujer, aún así no le desea ningún mal y se preocupa por él porque es el padre de sus tres hijos. Hace dos meses que en Zarzuela están pendientes de la salud del emérito.
