El rey Juan Carlos no tiene el patrimonio exclusivo de los líos de faldas, amantes extramatrimoniales y rumores de paternidades oscuros y sórdidos. En la monarquía europea hay otro macho alfa que le planta cara al rey emérito español con respecto a polémicas erótico-festivas. Nos referimos a Alberto II, padre de Felipe I de Bélgica, que puede provocar un descalabro como se confirmen unos resultados que le obligan a hacerse.

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La justicia belga ha ordenado al rey emérito que se haga un test de paternidad en un periodo máximo de tres meses para saber si es el padre de Delphine Boël, una mujer que hace dos años arrancó una batalla judicial para demostrar que es hija ilegítima del monarca.

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Una vez se ha demostrado que el empresario Jacques Boël no es el padre biológico de la artista, ahora el Tribunal de Apelación ha tomado una medida que pone contra la espada y la pared al monarca. Si se niega, les dará argumentos de sobra a la defensa de Boël por creer que tuvo una aventura extramatrimonial con la madre de Boël, la baronesa Sybille de Sélys Longchamps. De momento, Alberto II ha rechazado todas las peticiones de análisis que le han pedido.

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El año 2014, el rey emérito belga admitió en una entrevista televisiva que su matrimonio pasó por unos momentos difíciles, pero la confirmación de esta paternidad podría suponer un descalabro mucho más grave que la "pequeña crisis" que asegura que pasó su matrimonio. La madre de la demandante rompió su silencio cuando dio detalles de una relación que asegura que mantuvo con Alberto II cuando este y su mujer, la reina Paola, estuvieron cerca del divorcio, los años 1969 y 1976, difundiendo, además, fotografías de una entonces joven Delphine al lado del monarca.