Inglaterra todavía se encuentra en pleno proceso de transición a raíz de la muerte de la reina Isabel II. Llenar el vacío que deja la monarca, fallecida el pasado mes de septiembre a los 96 años, parecía una utopía para los súbditos británicos. Su carisma y huella parecían insustituibles, más teniendo en cuenta a quién había designado como sucesores: su hijo Carlos y su pareja, Camila Parker Bowles. Sobre el papel no soportaban comparación alguna. En la práctica... mucho tendrían que cambiar las cosas para conseguirlo. Pero hay que reconocer que se han puesto a ello. Están sacudiendo la casa Windsor, poniéndola patas arriba. Y bien, esto ya es una novedad después de un reinado de 70 años.
Carlos III ha abierto las ventanas de par en par intentando que entre aire fresco. Tan fresco como puede hacerlo un hombre de 74 años, claro, pongamos las cosas en su sitio. No esperen grandes demostraciones de modernidad, no las encontrarán. Lo que también ha hecho el eterno príncipe de Gales ha sido abrir el trastero y el garaje para hacer limpieza. O dicho con otras palabras: ha empezado a deshacerse de parte del legado de su madre. Todo aquello que no tenga un valor incalculable puede ir fuera en un abrir y cerrar de ojos. No importa que se trate de recuerdos muy amados de la difunta. Molestan. Y además puede sacarle un rendimiento económico jugoso. No es que en aquella casa falte el dinero, pero nunca sobra. Por eso acaba de subastar un objeto que forma parte de su pasión: la conducción y los automóviles.
Isabel II, una apasionada de los vehículos y la conducción
Aunque la reina tuviera chóferes, adoraba ponerse ella misma en el volante. De hecho lo hacía sin carnet de conducir: no le hacía falta. Las leyes inglesas estipulaban que la monarca era la única ciudadana que podía hacerlo sin ninguna licencia, nadie la podía multar ni retirarle el vehículo. Isabel tenía dos coches: el más conocido, un Land Rover Defender. La marca automovilística era la preferida de la Casa Real. Pero a veces prefería subir a otro vehículo menos chillón, a pesar de tratarse de un Jaguar. No esperen un deportivo, más bien hablamos de un coche familiar. Un X-Type Emerald Fire de color verde oscuro del año 2009 con más de 110.000 kilómetros, mucha tralla para haberlo utilizado casi siempre por el recinto de Windsor. Un modelo modesto pero con un motor potente y acabados de lujo, dignos de una reina. A pesar de los extras, tampoco piensen que era el cochazo de la vida. Sin embargo la reina le tenía mucho afecto, era una joya preciada para ella. No así para Carlos, porque ya es historia. Lo ha vendido.
El precio astronómico de la venta del coche amado de Isabel II
El método para deshacerse del vehículo ha sido una subasta. Y ha cantado bingo, porque aunque en condiciones normales el precio de venta no hubiera superado las 5.000 libras (5.800€), el valor final se ha disparado casi por 10 al saberse el nombre y relevancia de su última propietaria. El comprador, de hecho, ha pagado más de 50.000 euros, incluyendo los impuestos. Da la impresión que irá de un garaje a otro, como mucho a alguna sala de exposiciones de fans incondicionales de la reina. Mientras tanto alguien cuenta billetes tan contento. Y Carles ha hecho hueco para meter sus caprichos en palacio.
Carlos III no hace prisioneros. Tiene el tiempo limitado para reinar y pasa de romanticismos. Que tiemble el baúl de los recuerdos de su madre.