Hace unos días les informábamos de cómo era realmente la reina emérita Sofía, según un retrato que hacía la periodista y escritora Pilar Eyre. De todo el perfil que le dibujaba en las páginas de Lecturas, destacaba lo que decía sobre su relación con un ahora rey Felipe, cuando éste era adolescente: que le había mimado en exceso y que tanto él como sus hermanas eran "maleducados y maltrataban al servicio". Pero los mayordomos de Zarzuela no eran los únicos que estaban hasta la coronilla de los modales de quien ahora es el máximo representante de los españoles. También su padre lo estaba.

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Jaime Peñafiel, en su artículo semanal en la revista Pronto, habla de una figura que fue primordial para que Felipe, ahora tan amante de preservar la unidad de España, dejara de ir por el mal camino para ser un hombre recto y amante del orden. Una figura que ojalá, pensarán muchos, no le hubiera adoctrinado tanto en este sentido y ahora Felipe fuera más amigo del diálogo, sobre todo, de los que no piensan como él.

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José Antonio Alcina fue el preceptor o guía espiritual de Felipe cuando era sólo príncipe. Hace unos días les informábamos de su muerte, que llegó mientras Felipe y familia iban a cenar tan tranquilamente en Palma durante sus vacaciones. Y es que la familia real todavía se acuerda del libro que este exgeneral escribió sobre su adolescencia, Felipe VI: así se formó el príncipe heredero, y que molestó en Zarzuela. Explica el cronista que Felipe, a finales de los años 70, principios del 80, era un niño "rebelde, consentido y caprichoso, mal estudiante y con reiteradas faltas de asistencia y puntualidad"... Igual que su madre, cosa que irrita profundamente al rey emérito Juan Carlos.

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"El príncipe había adquirido ciertos pequeños hábitos que deberían corregirse", escribe Peñafiel. Y el encargado sería un general, que se convertiría en su mentor de estudios. Alguien que actuara con mano dura, pero siendo consciente que "el chico estaba pasando una mala etapa a causa de la adolescencia, lo que le provocaba cierta vagancia, falta de interés i somnolencia". Holgazán, pasota y durmiendo poco. Una joya de la corona, vaya. Sobre todo, el tema de levantarse muy temprano, muy temprano, no lo llevaba nada bien a la hora de ir a clase con su preceptor, que incluso optó por una drástica solución: "recomendó que las clases se impartieran de pie, en vez de sentados".

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Como si de un protagonista de Hermano mayor se tratara, de aquellos que los padres se desviven para que sea respetuoso y trabaje, estudie o haga algo además de levantarse a las tantas, Alcina tuvo que utilizar tácticas ridículas en alguien que años después tendría que reinar a todo un país: "tirarle de los pies, abrir de par en par las ventanas de la habitación, llamarle la atención desde la centralita de la Zarzuela o despertarle poniéndole una bolsa de hielo en la cara".

David Rocasolano

Intentos desesperados de un preceptor que reconoce que "el mismo príncipe me hizo ver que no aceptaba otra autoridad distinta de la de sus padres y se mostraba distante conmigo". Alcina se congratulaba de haber enderezado al díscolo heredero. Pero a juzgar por lo que explica el primo de Letizia en un libro, que "Felipe es amante del lujo, sin criterio y se hace llevar arena del Índico para conservar mejor la temperatura del vino", no parece que se las apañara muy bien.