La agenda de Felipe VI tenía hoy reservada una cita especial y golosa: día de excursión real. La visita la ha llevado a Extremadura, a la localidad de Valencia de Álcantara, fronteriza con Portugal. La excusa, visitar el cuartel de la guardia civil. La razón principal, acercarse a sus seguidores y sentirse una estrella del rock. Más que de rock, de copla, por la enorme concentración de banderitas españolas con la que le han recibido en el pueblo. Cualquier banda sonora que no se pareciera a 'Mi carro' está totalmente fuera de lugar. Puestos, eso sí, a encontrar similitudes, la escena parecía salir directamente del imaginario de 'Bienvenido Mister Marshall'. La exhibición de fervor patriotero y monárquico ha sido de categoría, con su parroquia cayendo rendidos al paso de El Preparao. Un espectáculo de la naturaleza, vaya.
Será que los no monárquicos miramos estas estampas con distancia y lástima, pero la escenificación de la pleitesía a la Corona roza el patetismo más absoluto. Ahora bien, una cosa es cómo se comporten los plebeyos, y otra lo que hace la máxima autoridad del estado, al que se supone un mínimo de responsabilidad. Y no, no ha sido ni mucho menos el día más acertado del Borbón, por mucha adulación que se lleve de Cáceres. Porque Felipe ha olvidado una cuestión importante y que nos atormenta desde hace más de un año: vivimos bajo una pandemia y el contacto entre humanos (y que sepamos, el rey lo es) está restringido por motivos obvios y funestos. Pues no: el monarca ha quedado poseído por el espíritu de Justin Bieber y la Pantoja, y se ha dedicado a encajar manos, tocar al personal, firmar autógrafos y, en definitiva, pasar olímpicamente de cualquier recomendación sanitaria. Si el jefe del estado hace eso, ¿qué no tendrá que pasar en los pueblos y ciudades de su reino? ¿O es que ya volvemos con aquello de que la excitación patriótica asusta al virus? El caso es ir dando la nota. Una peligrosa, en este caso.
Seguro que pronto tenemos respuesta del gabinete de comunicación de la Casa Real: Felipe está vacunado y no representa ningún peligro. Ejem. Podrá llevar 15 vacunas, ir envuelto en plástico y llevar escafandra, pero el problema no es este: es la ejemplaridad. Un término desconocido en esta institución, por mucho disfraz de capitán general que luzca.