Felipe VI intenta hacer el mejor truco de magia del mundo: hacer ver que su cargo es ganado y no heredado. Lo tiene difícil mientras viva Juan Carlos, que es su única fuente de legitimidad. El emérito, defraudador confeso, sigue viviendo en el exilio dorado de los Emiratos y el hijo hace ver que no va con él. Los diputados, estos sí elegidos en urnas, no callan todos. Uno de los más activos a pesar de haber dejado el Congreso, Iñaki Anasagasti, considera que si el rey padre era "el campechano" el rey hijo ya no puede ser "el preparao".
La conversación viene a cuento porque ni por el discurso de Navidad ni por el de la Pascua Militar, el jefe de las Fuerzas Armadas no ha dedicado ni un párrafo a condenar a los militares golpistas que le envían cartas contra la democracia. En su posición es evidente que quien calla otorga. O les tiene miedo o piensa como ellos. El silencio es intolerable. Y el del PNV tiene más osadía que muchos otros. Felipe es como el último enano de Blancanieves: "Mudito".
Ni Juan Carlos era "campechano" sino caradura y defraudador, ni Felipe era preparado, le aprobaron los estudios y la carrera militar sin tener el nivel. Vista ahora la Corona, el mejor mote de Felipe VI es "el último".