"Me encanta ir donde haya buena corrida". Estas han sido las primeras palabras del rey Juan Carlos después de toda la polémica por el caso Corinna. Pero el que se ha quedado a gusto ha sido el rey emérito, que nuevamente ha demostrado que le resbala la imagen y el ejemplo que pueda dar a los ciudadanos del país.
Juan Carlos se dejó ver por primera vez desde que estalló el escándalo de las grabaciones de su examante Corinna zu Sayn-Wittgenstein con Villarejo y el supuesto desvío de fondo en cuentas suizas. Incluso en Zarzuela hicieron un ejercicio de pantomima y tomaron a la ciudadanía por asnos cuando escondieron su presencia en Palma en el posado veraniego de la familia real justificando que Juan Carlos se estaba recuperando de su lesión. Ya entonces, se le vio al lado de una amiga íntima, Alicia Koplovitz, bebiendo vino como si nada en Torrelodones.
Pero ahora ya no se ha escondido más y ha vuelto a reaparecer ante los ojos de todos. ¿Dónde? En una corrida de toros. Donde, si no. En la plaza de toros de Illumbe, en San Sebastián, con los toreros Enrique Ponce y Roca Rey, el rey demostró que debe tener las caderas en perfecto estado porque se levantaba y recibía la montera como un hooligan mientras el público aplaudía su presencia con las orejas. Probablemente, también llevó la peluca y el sonotone.
Fiel a su cita con la Semana Grande, fue acompañado con su gran defensora, su hija la infanta Elena, la única que se mantiene impertérrita a su lado, por vergonzosas que sean sus acciones y por en entredicho que esté su figura. Y qué mejor que el único entorno que no le sería hostil y que le regalaría una ovación. El público, el periodista y los toreros, que cortaron orejas, rabo y que, por cierto, le brindaron la faena "por una España grande y siempre unida". Unida como su relación con la reina Sofía, que pasa menos por la puerta que los toros de la corrida de ayer.
Y unidos como Juan Carlos y Elena en confidencias... Y en atracones. Quizás los huesos del rey emérito no están finos, pero lo que es el estómago, funciona a las mil maravillas. No se priva de nada, ni intención de privarse. Como más en entredicho esté su figura, más platos se meterá entre pecho y espalda. Porque antes de ir a digerir a los toros, los dos se dieron un homenaje en el restaurante de Juan Mari Arzak y su hija Elena.
¿Un menú frugal para cuidar la línea? Quita, quita, id trayendo platos. Hasta nueve, entre los que hubo bogavante con platanos y puerros, chipirones de anzuelo en su tinta, lomo de merluza en salsa verde con almejas, vacuno de té verde y chocolate y una madera de quesos. Y todo, bien maridado con vino. Y de postre, una corrida. El rey ir engullendo... Y los súbditos, ir tragando.