La última entrevista al amante de Letizia Jaime Del Burgo insiste en una información que ya publicó antes que él Pilar Eyre: el matrimonio de Felipe y Letizia está totalmente roto, no conviven como marido y mujer y solo son pareja puertas afuera, en los actos oficiales, y sin demasiado entusiasmo. No tienen que disimular. Los reyes siempre fingen pero nadie les pide que finjan amor. Basta que se respeten. El problema es que hacer ver que sigues casado con alguien que no amas y con quien no existe ya ni un pacto de fidelidad y exclusividad es una falta de respeto, al sacramento del matrimonio y a los ciudadanos de buena fe que creen que la Familia Real es eso, una familia. Y son una sociedad limitada de intereses. Del Burgo dijo: "¿Un divorcio? No puede terminar lo que no ha existido. El amante era Felipe, no yo". Definitivo. Eyre lo escribía de manera menos críptica: "Ahora Felipe y Letizia funcionan como un equipo, pero su vida privada lleva caminos autónomos".
Felipe y Letizia no hacen nada diferente de lo que han visto en su casa, los dos son hijos de padres separados. La diferencia es que Paloma Rocaoslano y Jesús Ortiz acabaron mal y divorciados mientras los eméritos han acabado peor pero casados hasta el final. La explicación es simple: la reina Sofía no quiere divorciarse para mantener el estatus de reina, la fortuna y los actos oficiales, y con el añadido que se ha sacado de encima a un muerto, Juan Carlos, que es quien quería el divorcio para casarse con Corinna. Ya no tiene ni amante, ni Palacio ni estatus, solo dinero y vive entre los Emiratos y Ginebra como un billonario ruso. Hace años que los eméritos no se ven más que en funerales de Estado, como el de Elisabet II y son incapaces de posar juntos. Se detestan. La Corona de Bélgica muestra que este odio entre reyes eméritos no es natural, que en Bélgica los padres del rey Felipe de Bélgica todavía se aman. Foto por los 65 años de casados de los reyes eméritos Alberto II y Paola, dos ancianos maravillosos en una imagen bucólica de amor en la tercera edad.
Alberto II de Bélgica tiene 90 años y su todavía mujer Paola tiene 86. Dos ancianos juntos y amándose, los eméritos del país no avergüenzan a los belgas como lo hace Juan Carlos y especialmente Sofía, que asume todas las humillaciones que hagan falta por un interés pecuniario. Y absurdo porque es razonable que tratándose de la reina madre, la madre del rey, seguiría viviendo en Zarzuela a pesar de divorciada y manteniendo estatus, porque ser madre de rey no se pierde con el divorcio. Pero la ultracatólica Sofía no ha admitido nunca que existe la opción de divorciarse y aguanta cuernos, amantes, delitos económicos y exilios con un único objetivo: su propio interés.
Alberto y Paola muestran que la resignación no es la única opción. Que amarse durante 65 años de casados es posible y que se puede celebrar el amor otoñal con una foto entrañable. Bélgica lo vuelve a hacer con la foto imposible en España. Otra Corona que hunde a la española.Juan Carlos y Sofía ya solo juntos en torno a un ataúd, sea el del cuñado del rey, Constantino de Grecia, el de la reina de Inglaterra o la última foto, la de Juan Carlos en una caja y Sofía llorando desconsolada sobre el ataúd fingiendo pena. La palabra clave de toda esta historia es esta: fingir.