La Familia Real española tiene un problema con los nombres. Lo más importante es que todo el mundo es libre de llamarlos como les dé la gana. Son personajes públicos, mantenidos en buena parte con dinero público, todo el equipo de seguridad especialmente que no es barato, y viven todos y cada uno de ellos del apellido Borbón. Dicho esto hay una norma de cortesía que permite traducir sus nombres de pila a distintos idiomas. Hasta aquí todo correcto. El problema viene cuando pretenden que se les llame alteza, excelencia o directamente por el título nobiliario. Nadie se refiere ya a la infanta Elena como duquesa de Lugo, título que recibió al casarse con Jaime de Marichaalr, a quien la prensa acabó llamando duque de Lujo por su inclinación a los gustos excesivamente caros. Cristina ya ni es duquesa de Palma, el rey le le quitó el título por imputada y su marido Iñaki Urdangarin despreciaba el ducado y humillaba a las Baleares cuando firmaba los mails como el duque empalmado. Ellos se bastan para hacen el ridículo.
Ahora el problema de los nombres llega con los primos de Leonor, los seis primos Borbón, porque las tres primas Ortiz Rocasolano no cuentan para Casa Real: Carla, Amanda y Erin. Los cuatro Urdangarin no aspiran a ningún título nobiliario, son lo más alejado de la rama royal, nacidos y criados en Catalunya, hablan un catalán hipnótico con acento de Pedralbes e intentan hacer su vida alejados de los focos. Solo Pablo recibe atención semanal en Granollers y sus partidos de balonmano de la Liga Asobal, Los otros tres hijos de Cristina viven en el extranjero, entre Londres, Suiza y Camboya. El peor problema de imagen lo tienen los dos hijos de la infanta Elena. Son dos verdaderas piezas que Leonor no sabrá cómo colgar cuando llegue su reinado. Se creen aristocráticos, son ultra-españolistes, monárquicos de la rama dura y votantes indisimulados de Vox. Es especialmente curioso que precisamente los dos Marichalar, los más holgazanes, adictos a los problemas con la policía y que nadie sabe a qué se dedican, sean los peores. Son los más adultos, Froilán cumplirá 26 años este verano y Victoria Federica cumplirá 24. Ahora resulta que no quieren ser llamados así: Froilán y Victoria Federica.
Hay cierta prensa aduladora que cuando escribe sobre Froilán lo llama "Felipe". Es de las decisiones más absurdas que un periodista puede tomar. Ya comporta problemas que abuela y nieta se llamen igual, Sofía, como para hacer que tío y sobrino compartan nombre. La sabiduría popular hizo que el sobrino mayor del rey sea llamado Froilán, uno de los muchos nombres de pila que sus padres, en un ataque de aristocracia rancia, lo inscribieron en el Registro. Él quiere que le llamen Felipe, Pipe para los amigos, por una razón. Si Leonor y Sofía mueren, abdican o se incapacitan, el rey será él: Felipe VII. Unas ínfulas de futuro rey, pero toda España, si llega el caso, lo llamaría Froilán I, el usurpador. Ahora ha salido su hermana Victoria Federica en su primera entrevista con imagen, en el pódcast de la madre de una amiga suya, exigiendo que no se lo llame Victoria Federica Borbón sino con este otro nombre: Victoria de Marichalar.
No quiere el segundo nombre, el que tiene para su bisabuela materna, la reina Federica de Grecia, madre de la reina Sofía. Y curiosamente no quiere el apellido Borbón, evidentemente porque todo el mundo ya sabe quién es. No tiene que hacer como Terelu Campos, que cuando nadie la conocía renegó del apellido Borrego de su padre para lucir que era hija de la Campos. A Victoria no le hace falta la coletilla Borbón para saber quién es. Eso sí, a diferencia de sus primos Urdangarin no quiere hacerse decir simplemente Victoria Marichalar como Pablo Urdangarin. Exige la preposición "de", que hace más aristócrata. Victoria de Marichalar. A partir de ahora la llamaremos así, no porque ella quiera. Es más corto y no hay que utilizar tanto espacio en el titular para un personaje tan pequeño.