Letizia Ortiz Rocasolano es otra, si la comparamos con la Letizia Ortiz Rocasolano de hace veinte años. Y no hablamos del hecho de que antes fuera una presentadora de noticias y ahora sea la reina de España. Decimos que la asturiana es otra, porque sólo hay que mirarla ahora y antes y parece que estemos ante otra persona. Emilio Aragón se equivocó dedicándole una canción a una tal Paloma, cuando cantaba aquello de "Cuidado con Paloma que me han dicho que es de goma. Le gusta... la cirugía. Ha pasado tantas veces por quirófano que no la conocía". La monarca ha pasado tantas veces por quirófano que ya hemos perdido la cuenta. Le gusta más un bisturí que mandar, y prueba de eso son las decenas de operaciones de estética que se ha hecho la mujer de Felipe desde que es reina.
Los retoques de la reina nunca han sido ningún secreto, y su cara ha sufrido numerosas modificaciones desde que unió su vida a la del Borbón. En 18 años en Zarzuela, la lista de visitas al cirujano es larga: rinoplastias, mentoplastias, bichectomías, innumerables inyecciones de bótox y ácido hialurónico y un largo etcétera para corregir lo que ella creía que tenía que corregir cuando se miraba en alguno de los numerosos espejos que hay en Palacio. Incluso alguna revista del corazón se ha sorprendido cuando ha aparecido como el Joker después de alguna visita a quirófano, como la revista Semana, que hace un tiempo se preguntaba “¿Qué le pasa en el rostro? Sonrisa poco natural. Un poquito de bótox, un pinchacito de vitaminas, un suave rellenado de ácido hialurónico... Los expertos recomiendan hacerlo cada seis meses para no saturar y mantener un aspecto lo más fresco y natural posible”.
Ahora, pasados los años, un medio como El Español ha hecho un interesante estudio basándose en la fórmula de la belleza por excelencia, la que se rige por los cánones establecidos por el matemático Leonardo de Pisa, conocido como Fibonacci, y su coeficiente que calcula la armonía facial de una persona. ¿Y a qué conclusiones han llegado repasando el rostro de Letizia? Que la reina lucía una proporcionalidad de belleza mucho mayor antes, cuando no se había hecho nada, que ahora. Centrándose en los 12 marcadores que detallan con exactitud las proporciones que hay entre los labios, la nariz, las cejas, la frente y las mejillas y obteniendo después los valores con una nota de 0 a 10. ¿Y saben qué proporción tenía la joven Letizia Ortiz cuando conoció a Felipe y se pasaba más ratos en una redacción de informativos que en una sala de quirófano? Un incontestable 9,22 sobre 10: "Lucía en ese momento una proporción áurea casi perfecta".
Proporcionada, extremos de los labios alineados a la perfección con las aletas de la nariz, los ojos y las cejas. Pero la armonía no siempre es sinónimo de belleza. O no lo fue para una Letizia que a la mínima que ha tenido ocasión se ha retocado, convirtiendo esta perfección, según los números, en una nota más baja. Evidentemente, que cada uno se haga lo que le salga del moño con su cara, sólo faltaría, pero si Fibonacci levantara la cabeza, se escandalizaría de comprobar cómo lo que antes era un 9,22 ahora se ha convertido en un 7,76: "la fórmula que mide la armonía facial prefiere la versión que lucía Letizia antes de los retoques. Al emplear el método de medición de las proporciones faciales, la armonía hallada en la faz actual de Letizia indica que el nivel de belleza que se le atribuye es 'normal'". Básicamente, por la medida del mentón, la nariz o las cejas más elevadas que antes.
Si en 18 años Letizia ha bajado 1,46 la nota, dentro de 18 años más, como siga al ritmo de operaciones que nos tiene acostumbrados, veremos qué nota Fibonacci tiene.