Juan Carlos podrá ser muchas cosas, pero una característica innegable es la de ser muy astuto. Sus movimientos no son nunca inocentes, tampoco caprichos del azar. Sabe que se hace, vaya. Ahora bien, a veces los planes no salen como esperaba y se enfada. Es lo que le pasó con el fichaje de una carabina para su esposa Sofía. El Borbón quería tener entretenida su esposa mientras se dedicaba a la caza de pajaritas, y tuvo una idea brillante: recuperar del ostracismo a Irene de Grecia, la hermana de la reina. Una soltera empedernida, expulsada de su país natal y desposeída de riquezas y bienes. Un gesto que podría ser visto como un acto de generosidad y de humanidad encomiable, y que le serviría para librarse de la vigilancia de su señora. Irene, sin embargo, le salió rana.
La periodista Consuelo Font explica en 'LOC' pasajes jugosos de la vida de la hermanísima, que llegó en 1981 a Zarzuela y no ha vuelto a salir de palacio. Lo hace coincidiendo con el 81.º aniversario de la señora, lo más parecido a una asceta. Budista, enemiga de la vanidad y de las peluquerías, vegetariana, no bebe, no fuma, practica la meditación cada mañana... una persona peculiar. Por eso la conocen como 'La Tía Pecu'. Con el paso de los años y de las décadas Juan Carlos ha visto su objetivo principal cumplido, es decir, Sofía e Irene son inseparables, pero no siempre fue así. "Al inicio permanecía enclaustrada en sus aposentos la mayor parte del tiempo para no alterar la intimidad familiar. Algo que enfadaba al Rey Juan Carlos, artífice de su acogida. "La he traído para que acompañe a Sofi y no sale de su cuarto", protestaba el Monarca".
Irene de Grecia, fichada por Juan Carlos para despistar a Sofía
Irene, que vivió una década en la India a las órdenes de un gurú, se ha convertido en el baluarte de su hermana, abandonada por su marido y apartada de las decisiones trascendentes de la institución. De hecho la quieren más a ella que a la propia Sofía: los sobrinos la adoran, incluso Letizia tiene gestos de afecto. También se ha ganado el respeto de Juan Carlos, porque aunque lo pusiera de los nervios durante la primera etapa de su llegada a Madrid, comprobó que su discreción y lealtad eran bastante útiles: nunca se interpuso en las cosas oscuras, turbias e indignas del matrimonio de su cuñado y su hermana. Eso sí, se pone del lado de su sangre, acompañándola a todas partes: que si en Londres, que si en Marivent... siempre juntas.
Irene es la Tía Pecu, por peculiar: no bebe, no fuma, no come carne, no pasa por la peluquería...
La muerte de Constantino II ha provocado que solo se tengan la una a la otra, son el único vínculo real con su pasado. Comparten muchas cosas, desde una visión mística de la existencia hasta la pasión por el ocultismo, no comer carne animal o abrazar las terapias naturales de tipo más hippy. Pecu es imprescindible en aquella casa, ha conseguido hacerse con un área exclusiva del palacio donde tiene su dormitorio, baño, vestuario e incluso un pequeño salón dónde ve pasar la vida. Cuando sale de sus estancias es para hacer de sombra de Sofía, este es su gran objetivo en la vida. La aliada más fiel, una superviviente con mayúsculas.
La Tía Pecu, vaya fichaje. Parecía destinada al fracaso y mira, acabará enterrándolos a todos.