Sofía y Letizia no han compartido un acto oficial desde hace medio año. Felipe ha desistido de hacer que las dos reinas se amen, se aprecien o se lleven mínimamente bien. La Corona ha renunciado al hecho de que compartan una simple fotografía. La última fue hace seis meses, por los Premios princesa de Asturias en Oviedo, cuando madre y nuera volvieron a parecer como gata y perra. Sofía, de 85 años, empieza a tener problemas de salud como nunca había revelado y ha pasado hospitalizada cuatro noches la semana pasada por una supuesta cistitis. Es extraño que una semana después de este mal trago de salud, la agenda oficial de Casa Real revele que Sofía hará un viaje oficial de tres días, de Sant Jordi a San Marcos, a Polonia para presidir una Conferencia sobre Alzhéimer, la enfermedad que se está llevando la vida de su hermana pequeña Irene, tía Pecu. Sofía quiere demostrar dos cosas: su sensibilidad con la enfermedad que golpea a su familia griega y hundir a Letizia, que en el mismo periodo de tiempo no tiene ni un solo acto oficial presidido y encabezado por ella. Sofía, enferma, convaleciente, hace un viaje sola a Cracovia del 23 al 25 de abril mientras Letizia desaparece del mapa oficial. Felipe deja claro que para él, la reina de España es Sofía.
No queda claro cómo pasará la convalecencia Sofía en la Europa del Este. A efectos de agenda oficial, la reina madre parece la reina de España. Jaime Peñafiel ha recordado en su columna semanal de OK Diario cómo Sofía tuvo comportamientos burdos en actos oficiales reivindicando ser "la reina de España". Pasó en una visita oficial del presidente de Grecia a Madrid: "Nunca entenderé aquel comportamiento, aquella inexplicable descortesía de la reina Sofia con un presidente de Grecia, Kostas Karanmalis, en visita oficial a Madrid en octubre de 1984. Juan Carlos y Sofía le ofrecieron una cena de gala en el Palacio Real. Sofía, siempre tan comedida, siempre tan profesional (se lo ha reconocido hasta el propio Rey), perdió esa profesionalidad y no se comportó como debía, como tenía que haberlo hecho. Ese día fue grosera y maleducada".
Sofía se hacía la digna contra los que enviaron, democráticamente, a la familia real griega al exilio: "Cuando el presidente Karamanlis visitó España, el rey Constantino, hermanísimo de Sofía, había sido ya desposeído hasta de su nacionalidad, títulos, tratamientos y honores, para ser sólo, por decisión del Gobierno de Karamanlis, el ciudadano Constantino. Karamanlis cometió el error de preguntar a la soberana española por su hermano. Y ella, haciendo alarde de una total descortesía, impropia no de una reina sino de una anfitriona, ni le contestó. Karamanlis, violentísimo ante la actitud de la soberana, sentada a su lado en la mesa, como protocolariamente correspondía, intentó justificar «su traición de diez años atrás». Pero Sofía le cortó en seco y, con un tono de violencia contenida, le gritó: «Señor presidente, yo soy la Reina de España. No me hable usted de problemas internos de Grecia”. Dicho esto, le volvió la espalda ostensiblemente para ponerse a hablar con la persona que estaba sentada a su otro lado". Sofía se guarda la grosería para las grandes ocasiones.
Este Sant Jordi la reina Sofía no recibirá ninguna rosa, como los últimos 40 años, y lo celebra muy lejos, en Polonia. Su gran victoria es haber arrinconado a su joven, Letizia, a la cual detesta por haber humillado públicamente no a Sofía, que también, sino en Felipe, engañándolo con Jaime del Burgo. Sofía tendrá cistitis, Alzhéimer o casi 90 años pero sabe que la venganza es un plato que se sirve frío. Y allí sigue, sirviendo platos fríos. Helados.