La reina Sofía ha sido durante años, incomprensiblemente, el miembro mejor valorado de la Familia Real. Era otra España, más clásica, que adoraba a esta señora mayor, discreta, callada y que solo sonríe. Sofía no destaca por su locuacidad, después de toda la vida en Madrid no habla ni pizca de castellano. No destaca por su feminismo, ha soportado estoicamente infidelidades y humillaciones de su marido para mantener el estatus. No es por sus valores sociales, ha mostrado siempre más sensibilidad por los derechos de los animales que por el colectivo LGTBI. Está muy bien ser animalista pero cuando Pilar Urbano la entrevistó para el libro La Reina, la mujer del jefe del Estado criticó que los gais, "esas personas", pudieran casarse por la ley de Zapatero, y les recriminaba que se sintieran orgullosos de ser homosexuales. Incluso le parecía mal que se subieran a una carroza. Ella, una homófoba que ha vivido encima de una carroza real desde la cuna. A los 85 años llega a su final no necesariamente vital pero sí como representante de la Familia Real. Hay indicios que Zarzuela la empuja a retirarse.
En Zarzuela han saltado las alarmas, ya van dos actos seguidos donde Sofía se echa a llorar en público presidiendo un acto oficial de Casa Real. Hace pocos días Sofía presidió un acto universitario donde se rendían honores a un catedrático de 70 años que sufría una enfermedad degenerativa en estado muy avanzado. Aquello desmontó a Sofía que se echó a llorar en público. Un gesto insólito que no hacen nunca los reyes excepto en funerales de familia. Muchos lo atribuyeron a la enfermedad degenerativa de su hermana Irene, tía Pecu, pero hay más. Sofía ha visto cómo de sus dos hermanos pequeños uno ha muerto, Constantino, y la otra no recuerda nada. Y Sofía sabe que cada vez le permitirán presidir menos actos. Los nietos no la ven y el marido solo volverá a Zarzuela en una caja. La muerte le ronda por la cabeza y en el último acto oficial que ha presidido, la inauguración del Rastrillo benéfico en Madrid, coincidió con Ágatha Ruiz de la Prada que ha explicado la confidencia: Sofía se echó a llorar en público.
Ágatha ha revelado a la prensa: "He estado comiendo con la reina Sofía. Bien, muy simpática pero vamos que tenía bastantes ganas de conversación. Nos hemos acordado mucho de la infanta Pilar y se ha puesto a llorar. Tres de la mesa han llorado". Sofía está muy sensible con un tema que no es el Alzhéimer, es la proximidad de la muerte. Pilar, la cuñada de la reina Sofía, murió en el 2020 a la edad de 83 años. Su ausencia se nota especialmente en el Rastrillo que Pilar de Borbón presidió durante muchos años. Recordarla ha vuelto a hacer llorar Sofía en público.
Sofía esconde algún problema de salud que le preocupa o tiene aquella sensación terrible de las personas mayores: notar el peso que van muriendo amigos y parientes, personas de su generación, menos ella.