El divorcio bomba de la realeza europea, el de Nicolás de Grecia y Tatiana Blatnik, todavía provoca incredulidad entre propios y extraños. Nadie sospechaba que la relación entre el tercer hijo del difunto Constantino II, último rey heleno antes de la abolición de la monarquía, pasara por problemas. Todo lo contrario, era una pareja con la etiqueta de un cuento de hadas. El comunicado emitido por la Casa Real griega, una institución simbólica pero de peso en las monarquías europeas por parentescos diversos, era tajante: punto final. "El príncipe Nicolás y la princesa Tatiana han decidido disolver su matrimonio. Expresan la dificultad de la decisión, el profundo afecto y respeto que se tienen, y el amor con el que han caminado juntos estos años". La noticia dejaba consternada a la reina emérita Sofía, la tía de Nicolás. El divorcio volvía a sacudir los cimientos de su linaje.

Los recuerdos imborrables de la boda en la isla de Spetses, con la flor y la nata de la realeza presente para el gran acontecimiento, ahora se han vuelto amargos e hirientes. Incluso fastidiosos: hay una decisión de los helenos que supone una anomalía en el universo royal, se ha visto pocas veces. La clave, precisamente, en el encabezamiento del famoso texto anunciando el final de 14 años de matrimonio y 20 de relación: se dirigen a la venezolana Blatnik como princesa. De Grecia y Dinamarca, además. Títulos que no perderá, según confirma el digital 'Vanitatis'. No pasa a menudo. Es raro, raro, raro.

Nicolás y Tatiana de Grecia / GTRES

"Tatiana va a seguir siendo princesa. Se trata de un título que le fue concedido el día de su boda con el príncipe Nicolás. Ese es, además, el mismo título que llevan las ya excuñadas de Tatiana: Marie-Chantal Miller, mujer de Pablo, y Nina Flohr, esposa de Philippos". Hasta aquí, todo bien. Pero Tatiana ahora es una ex. Se ha divorciado. Todo cambia. A Jaime Marichalar le quitaron los títulos; Urdangarin los vio volar por otros motivos, pero con el divorcio le habría pasado lo mismo. Excepciones hay pocas: una en Dinamarca, la primera esposa del polémico príncipe Joaquín, Alexandra Manley. Hasta que no se volvió a casar no perdió su condición de princesa, pasando a condesa. Todo este pitote le toca de cerca a la mujer de Juan Carlos de Borbón, que no debe estar muy contenta. Están ensuciando el nombre de la Casa Real griega con estos privilegios. El título de royal griego lo regalan. En realidad no vale nada, pero hace daño al orgullo.

Sofía, a la izquierda, y Nicolás y Tatiana en segunda fila, en el funeral ortodoxo de Constantino II / GTRES

El escenario es singular y, como pasa a menudo, opaco. ¿Por qué mantenerle un título de princesa a alguien que ha abandonado el barco? ¿Es un gesto conciliador y de afecto por una persona importante que se marcha de tu lado, o quizás una medida de emergencia para comprar silencio y voluntades? ¿Para no pasar el trance de una humillación pública? No sería el primer caso, ni el más impactante: el infiel Federico X de Dinamarca es rey porque la anciana Margarita pactó el silencio con Mary Donaldson. Nicolás, primo del danés y de Felipe VI, quizás tiene algo que esconder. Y así Tatiana podrá presumir de tarjeta de visita (poca cosa más, es princesa de la nada), manteniendo un estatus social, liberada y compensada. Nada es descartable. Hemos visto de todo en este circo.