La relación entre Juan Carlos y Sofía se resume con facilidad. Un calvario a cambio de una corona. Los eméritos no se soportan, no se aman, no se respetan. Tampoco se gustan, todo lo contrario. Lo que representa el Borbón es todo aquello que detesta la griega, y viceversa. Ninguno nos da pena, es evidente. En el pecado está la penitencia. Pero hay un automatismo emocional que tiende a decantarnos por la madre de Felipe VI, porque en el fondo todavía hay algo que es respetable. No pasa lo mismo cuando analizas a su esposo desde hace 6 décadas infernales, ni mucho menos. Todo en él espanta.

La cualidad que atribuimos a la reina emérita es su defensa y estima por los animales. No deja de ser un gesto de cara a la galería, porque representa a una institución que disfruta con el maltrato animal y la caza por diversión y estatus. Pero cuando menos, se diferencia de su marido, de su hija Elena, de los nietos Victoria Federica y Froilán e incluso del rey Felipe, aficionado a ir a corridas de toros con la flor y la nata de la España ultra. Ella hace tiempo que dejó de aparecer por las plazas españolas; pero no en otro lugar radicalmente diferente: el Zoo de Madrid. Hace tres semanas la veíamos volver por la llegada de nuevos ejemplares de osos panda. Una tradición que vuelve a poner sobre la mesa la fractura más profunda del matrimonio, una de las que más daño hace a Sofía. Los cuernos son una tontería a su lado.

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Sofía con un panda de peluche en el Zoo de Madrid / GTRES

Ya saben que el zoológico madrileño tiene una relación particular con estos animales. El gobierno chino los utiliza como elemento de diplomacia con socios comerciales desde hace 80 años, y España entraba en la rueda en 1978. Los reyes viajaban a Pekín y, como gratificación, los chinos enviaban dos ejemplares gigantes a España. Fueron los padres del famoso Chu-Lin, el primero nacido en cautividad en toda Europa, un símbolo a la altura de Copito de Nieve en Barcelona. Después de su muerte han ido pasando más animales por sus instalaciones, en forma de préstamo, como recuerda 'Mujer Hoy'. Los últimos, el 30 de mayo: Jin-Xi y Zhu-Yu. Sofía, una vez más, ha sido la encargada de darles la bienvenida. Se siente muy atraída por estos animales. Un hecho que, evidentemente, a su marido le parecía una estupidez, quien además se dedicaba a viajar por todo el mundo matando todo tipo de especies: desde osos, a guepardos o elefantes.

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Juan Carlos cazando de joven / X

Juan Carlos siempre ha cazado y ha tenido acceso a armas de fuego, con consecuencias bien conocidas. Durante su "beca" a las órdenes de Franco, era un habitual de las cacerías y corriids organizadas por el dictador. Su mujer lo acompañaba, de mala gana, pero convencida de que el sacrificio era necesario para sacar adelante el negocio. Años más tarde, las monterías ya no eran un espacio confortable para ella, cosa que el Borbón aprovechaba para continuar con su leyenda faldillera. El colmo de la mezcla de matanzas animales e infidelidades fue en Botsuana, con Corinna Larsen, la caída en una fiesta y aquel elefante asesinado por un rey de España que empezaría, allí mismo, a escribir su sentencia de muerte. La reina se quedó horrorizada, especialmente por un detalle de extrema crueldad, explicado por el periodista Manuel Cerdán: el emérito ordenó a sus escoltas que remataran al animal con 30 balas a bocajarro. Este es el rey de España. Y esta la señora que, a pesar de todo ello, se ha negado siempre a divorciarse de él.

Juan Carlos caza en Botsuana efe
Juan Carlos matando elefantes en Botsuana / EFE
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Sofía llora / GTRES