Esta señora sueca es Sofie Louise Johansson, de 37 años. Es una princesa y heredera al trono, aunque no es competencia para Victoria de Suecia, legítima sucesora de Carlos Gustavo: su corona le espera a más de 9.000 kilómetros de Estocolmo, concretamente en Malasia. El rey de este país del Sureste asiático es Abdullah de Pahang, pero por las reglas reales malayas tiene que pasar el testigo a otro de los sultanes que conforman el reino. Todo apunta que será Muhammad Fa-iz Petra de Kelantan, marido de la sueca desde 2019, y con quien tiene un hijo de corta edad. La historia es curiosa.
Sofie conoció al royal durante su época en el Reino Unido. Era una chica normal que trabajaba de au-pair, y cosas de la vida, coincidió con su futuro marido cuando estudiaba Historia del Arte en Londres. Hubo match instantáneo, en 2018 anunciaban el compromiso y al año siguiente cumplían su promesa. En teoría, el heredero tenía que ser el hermano mayor del novio, de nombre también Muhammad, pero un desengaño amoroso con una modelo rusa, con la que tuvo un hijo que posteriormente no reconocería, hicieron que fuera el siguiente de la lista. Vaya, que le había tocado el gordo, porque el sultanato de Kelantan estaba bien colocado en la carrera para ocupar el trono nacional. Jugada maestra.
La sueca lo tuvo claro desde el primer momento: su novio de Malasia era un regalo del cielo, y ella estaba dispuesta a cambiar radicalmente de vida por él, pero también por su futuro. Leyendo la historia en la prensa sueca, detectamos dos sensaciones: la tienen clavada diciendo que "dio la espalda a su país", pero también demuestran adulación cortesana y patriótica. Porque la señora, a pesar de estar totalmente integrada en la vida en su nuevo país, añora Suecia. Fue a la embajada de Malasia con vestuario típico durante una recepción, un gesto que le hizo ganar puntos en la opinión pública escandinava. Eso fue hace un tiempo, y ahora tenemos un nuevo gesto de estima inapelable. Ahora bien, resulta curioso que haya sido medio a escondidas.
La princesa ha vuelto a su país, acompañada de su marido y de su pequeño hijo de 10 meses, y lo ha hecho de manera discreta. Sin pompa, sin aspavientos. Recluidos en un entorno natural paradisiaco, ha enseñado el paisaje de su infancia a su familia. Los gallegos tienen una palabra, la morriña, que quizás no suena igual en sueco y malayo, pero que está experimentado fuertemente. Quién sabe si la próxima visita es con honores de estado. Y si, incluso, la reina sea Victoria. Su alter ego.