La reina Sofía y su hermana Irene de Grecia, conocida como la ‘tía Pecu’, se han convertido en inseparables con el paso de los años. De hecho, la emérita se ha planteado en más de una ocasión mudarse a Grecia con Irene. Esta última siempre manifestó que quería morir en su tierra natal y, dado su estado de salud, se teme que lo peor esté más cerca de lo pensado. Por el momento, sin embargo, siguen viviendo en la Zarzuela. Y allí protagonizan escenas escalofriantes como la que describió un visitante inesperado que se perdió por largos y laberínticos pasillos del palacio.
Según la crónica de Pilar Eyre, este hombre, que había llegado al palacio por motivos oficiales, se extravió. En lugar de dirigirse a las áreas habilitadas para los eventos protocolares, un error lo condujo a la zona más privada de la residencia. Lo que parecía ser una simple equivocación de orientación lo llevó a ser testigo de una escena que jamás habría deseado presenciar.
La reina Sofía y su hermana Irene de Grecia, inseparables
Al abrir una puerta sin saber lo que encontraría, lo que vio le heló la sangre. Irene de Grecia, la hermana de la reina Sofía, se encontraba en una silla de ruedas, con un rostro marcado por el paso cruel de la enfermedad de Alzheimer. Sus ojos, vacíos y perdidos, reflejaban la lentitud de una memoria que ya no podía aferrarse al presente. La tía Pecu, como algunos la conocían, ya no era la mujer que una vez disfrutó de la vida y la belleza de su juventud. Lo que quedaba de ella era una figura irreconocible, atrapada en la tristeza de su propia mente.

Junto a ella, la figura de la reina Sofía se mostraba más vulnerable que nunca. La imagen de la mujer fuerte y digna que siempre había proyectado se desmoronaba en esa habitación. En lugar de los ropajes de gala que habitualmente lucía en público, la reina emérita se encontraba allí, en una esquina, sentada junto a su hermana. Sofía no parecía la reina que el mundo conocía, sino una mujer que había sido víctima de la vida, marcada por años de sufrimiento y sacrificio.
Escena de la reina Sofía e Irene de Grecia muy inquietante
Desde la muerte de su hermano, Constantino de Grecia, Sofía había encontrado en su hermana Irene el único apoyo real. Irene era, en ese momento, más que una hermana. Su soporte a lo largo de una vida marcada por humillaciones, traiciones y a la sombra de un falso matrimonio con Juan Carlos I. Su único refugio fiable.

El testigo, quien de manera involuntaria había invadido este momento de intimidad, se vio conmovido por la soledad palpable en la habitación. No solo la enfermedad de Irene era visible, sino también el aislamiento emocional de Sofía. Una escena de la realeza muy distante de las imágenes de esplendor y elegancia que ‘venden’ en los medios.
Todo ello amenizado por una banda sonora compuesta de frases en griego, el idioma materno de ambas. Aunque Irene ya no podía hablar con claridad y a pesar del equipo médico que las cuidaba, Sofía prefería estar ahí, junto a su hermana, sin separarse de su lado.