Casa Real parece empeñada en enseñarnos sólo una cara de Felipe y de Letizia. La misma cara de circunstancias sentados en los despachos respectivos. Nada de gestos próximos de calor a la ciudadanía, nada de mensajes de las hijas, según Letizia, porque no le han dejado. Los más monárquicos, pues, que necesitan su dosis diaria de Borbones, se tienen que dar por satisfechos viendo cómo teletrabajan los reyes, siendo muy generosos con el término trabajar.
Tanta avalancha de imágenes de los monarcas haciendo cara de intelectuales comprometidos da para mucho. Hemos visto los pongos de Felipe, hemos visto que esconde fotos del padre o le hemos visto las canas a la reina. Y ahora, hemos visto los trucos que utilizan para sus videoconferencias. Si hace unos días informábamos de la soberbia manera como la reina empieza las videoconferencias con sus interlocutores, ahora hemos visto que la histórica buena memoria de los Borbones no parecen haberla heredado ni Felipe ni Letizia. Tampoco se puede decir que los reyes tengan una cantidad de trabajo de miedo. Sólo tienen que charlar un par de veces al día con organizaciones o asociaciones. Siete, ocho, dígale diez personas al día. Pero la revista Vanity Fair revela lo que se ve en estas fotos, el truco para no hacer el ridículo de cambiar el nombre de los interlocutores.
"Unos folios con los nombres y fotos de los participantes en cada una de esas reuniones. Colocadas en la mesa, las hojas identificativas escapan de la vista de los interlocutores de los reyes, pero pueden apreciarse perfectamente en las fotografiadas tomadas por la casa real". Una estrategia. ¿Pero hace falta? ¿Realmente no son capaces de memorizar cuatro nombres que tienen en las pantallas? ¿No se supone que quedarse con la cara y el nombre de la gente con la cual hablan es de Primero de Monarquía? Que pidan consejo al emérito, si es que todavía se hablan. Según explica el medio, la memoria de elefante de Juan Carlos se comprobó en un acto en una universidad: "Juan Carlos I sorprendió a los presentes cuando saludó a todos los profesores llamándoles por su nombre uno a uno. ¡Un verdadero alarde de memoria!”.
Es lo que tiene tener tantas amantes, que agudiza la memoria para recordar muchos nombres.