Iñaki Urdangarín, que continúa cumpliendo su condena en la prisión de Brieva, ha vuelto a ser protagonista esta semana. La periodista Pilar Eyre explica que la infanta Cristina estaría pensando seriamente divorciarse de su marido, separación que se haría efectiva cuando el exduque de Palma salga de la prisión (la condena es de 6 años pero pasará no más de la mitad dentro) y la infanta no ha comunicado su intención a su todavía marido.
Lo que le espera fuera no tiene buen color, pero lo que tiene dentro lo está consumiendo. Según explica el diario El Mundo, Urdangarín, aislado en un módulo individual en una prisión de mujeres, sólo ha hecho una petición a los funcionarios que cuidan de él a diario: "Por favor, habladme porque si no me voy a volver loco". La soledad extrema le está pasando factura y pasa las horas afanándose por mantener algún tipo de contacto con quien ahora ocupa su entorno y corriendo como si no hubiera un mañana.
Explican los trabajadores que el aún marido de Cristina lleva su penitencia haciendo deporte llevado al extremo. Corre hasta quedar exhausto. Corre como si fuera Forrest Gump yendo arriba y abajo del globo terráqueo. Pero su mundo es el patio de la prisión de Brieva, un espacio de siete metros de ancho por 25 de largo. "Durante horas y con un gesto imperturbable. Sólo se detiene cuando se encuentra extenuado. Recorre el patio sin parar, encajonado en sus pensamientos. Corre para no pensar. Parece que lo hace para que se le agoten las energías y no pueda darle más vueltas a la cabeza".
Incluso, los trabajadores que tratan a diario con él se preguntan "cómo es posible que pueda correr tanto sin cansarse", cosa que le han llegado a manifestar al mismo recluso, en un intento de "romper el hielo con él", según el diario. Pero también manifiestan que aunque el cuñado del rey quiere que le digan cosas para no enloquecer, después es él mismo quien se muestra hermético, "manteniendo las distancias educadamente sin dar pie a la más insignificante confidencia".