Victoria Federica no es feliz. Lo tiene todo para disfrutar de la vida, pero es la eterna insatisfecha, mal humorada y antipática. Tiene apellido, tiene poder, tiene privilegios, tiene mucha pasta, tiene cero responsabilidades y una bula absoluta. Incluso se ha buscado un trabajo para lucirse sin sudar ni gota, el de influencer. En fin, una serie de ingredientes que harían las delicias del común de los mortales. Pero no es su caso. Su rictus no cambia, siempre la vemos igual: arisca, suspicaz, prepotente y a disgusto. Solo sonríe cuando hay una juerga por medio o una corrida de toros. El resto del tiempo es la pura expresión de la amargura. La antítesis de lo que tiene que proyectar una estrella de la moda, las tendencias y la frivolité, su máxima aspiración.
Es bien cierto que la joven de 22 años sólo copia los modelos de conducta que ha visto en casa. Su madre es la reina de la mala leche; su padre te muerde si te descuidas, el hermanito es... bueno, el hermanito. Con estos antecedentes sería realmente extraño verla dibujar una sonrisa o tener gestos de amabilidad con el resto de la humanidad. No, no pasará. Los únicos "afortunados" que la han visto así son los íntimos intimísimos, y a menudo ni siquiera eso. Eso por no hablar de su vida laboral, donde ya empiezan a verle las orejas al lobo. Si la intención de las marcas anunciantes es proyectar joy of life, Vic no es el target. Ella es la influencer de los pijos crispados.
Victoria Federica, muy incómoda con otros influencers VIP
Hace unos días la sobrina de Felipe VI participó en un acto promocional junto a un puñado de influencers VIP. Fue en Marbella a bordo de un catamarán, haciendo equipo con Alice Campello, Lucía Rivera o Violeta Mangriñán. Una selección de profesionales contrastadas del sector y que pertenecen a diferentes empresas de representación. Se trataba de una vueltita en barco por la costa de Málaga, disfrutando del sol y del mar, trufada con sesiones de foto y vídeo y actividades como el yoga facial. No le sirvió de mucho, queda claro. Victoria Federica de la Mala Uva, así la tendrían que bautizar. Encontrar una imagen en la que la royal pareciera feliz de la vida es una proeza. Estaba preocupada, quizás incluso contrariada. Será el síndrome del impostor, que pesa y mucho.
Vic en bikini en un catamarán, malas caras y problemas de vestuario
La jornada era propicia para lucir el bikini por primera vez en esta temporada (excepto las vacaciones de superlujo en México en plena Semana Santa). Pero sin embargo la vimos incómoda, más pendiente de los fotógrafos que de disfrutar de la oportunidad. Se ve que hacía fresquito en cubierta y tardó muy poco en ponerse un vestido muy veraniego para continuar la travesía. Un cambio de vestuario complicado, por otra parte. Los gestos de Vic, mirando de reojo a sus compañeras, también son dignos de mención. Un cuadro y un poema. Todos ellos muy tristes.
Victoria, hija, sonríe un poco. Que lo tienes todo hecho, pagado y regalado.