Victoria Federica no para de intentar labrarse su camino en el mundillo de las influencers. Aunque no le va demasiado bien. Vic se ha dedicado a seguir como loca a otros y otras influencers ya famosos, con la esperanza de que hicieran lo mismo por ella. Pero no le ha funcionado como esperaba. Le hacen 'ghosting'. En otras palabras: la ignoran por completo. Algunos hasta se han atrevido a llamarla "intrusa" y "parásito" en el sector.
Según apuntó el experto en redes sociales Marc Florensa en el programa ‘Socialité’, Victoria es la oveja negra de la comunidad de influencers. Dice que está de moda que cualquier persona sin oficio ni beneficio se llame a sí misma influencer, y sus compañeros de profesión se han dado cuenta de que Vic está tratando de subirse al carro sin hacer mucho esfuerzo. No se quieren relacionar con ella. Y algunos la consideran un "parásito".
Victoria Federica, incansable en lo que intentar convertirse en influencer
A pesar de todo, no escatima a la hora de facturar. Su apellido le ha abierto algunas puertas. Y es que llevar Borbón en el DNI no es cualquier cosa. Según Lorena Castells, le pagan la friolera de 3.000 euros por posado. Solo en agosto, se metió en nueve photocalls y se embolsó unos 27.000 euros, sin contar lo que saca por otras colaboraciones o sus publicaciones en Instagram.
Pero Victoria quiere más. De ahí algunas salidas de tono como dejarse ver besándose con otra mujer a la salida de una discoteca. La cuestión es dar de qué hablar para ganar repercusión. La chica, por cierto, era Marta Díaz, que sí es una verdadera influencer. Acumula 3 millones y medio de seguidores en Instagram. Son unos cuantos más que los pobres 255.000 que suma Victoria.
Victoria Federica ya tuvo un acercamiento con otra chica
Sin embargo, rompiendo una lanza en favor de la joven, ese beso no es un hecho puntual. Según apunta una fuente cercana a Victoria, ya tuvo algún tonteo con otra chica cuando era más joven. Tenía 16 años y tuvo un acercamiento con una compañera de clase. El asunto, sin embargo, no fue a más. Ella era menor de edad y no podía desobedecer la educación férrea de sus padres, la infanta Elena y Jaime de Marichalar, donde no se veían bien las relaciones que iban más allá de las heterosexuales. Ahora, a sus 23 años y casi ocho después de aquel desliz, todo ha cambiado mucho, tanto dentro de casa como fuera. Victoria puede dar rienda suelta a sus sentimientos.