Froilán y Victoria Federica mantienen un toma y daca legendario: la competición para convertirse en el más infame de la juventud royal española. La medalla de oro tiene apellido, Marichalar; los primos Urdangarin no pueden hacer sombra a dos maestros del escándalo, que hace años que entrenan y perfeccionan sus habilidades. Queda por dilucidar quien es peor de los hermanitos, 4.ª y 5.ª posición en la línea sucesoria del trono. Muchos apostarían por el primogénito, rey de la juerga, el after y los ambientes turbios, desterrado a Abu Dabi por tarambana. Ha hecho muchos puntos, sí. Pero la hermana influencer tiene dos características que la convierten en líder: es una exhibicionista y se comporta de manera inhumana con sus familiares.
¿Una muestra? Lo que le hace a la reina Sofía. La humilló el pasado 2 de noviembre, el día que cumplía 85 años. Una fecha que coincidía con la mayoría de edad de Leonor, futura reina de España. La jefa del cotarro, a la que un Borbón debe sumisión y respeto. Pues no: Vic pasa de todos, ella cuenta con la lluvia de millones del día que muera el abuelo, y el resto le suda un pie. La Federica (un nombre que no le gusta nada, heredado de la saga griega) se fumó la celebración en Zarzuela y la posterior comida de aniversario de la yaya porque se marchó al Perú a ver a su rollete, el torero Roca Rey. La griega, boquiabierta, intentó que recapacitara. ¿La respuesta? Que os den pomada. Sofía, siempre preocupada por ella y consentidora, quedó llorando. El desprecio, uno más, era flagrante.
Sin embargo, nada es comparable, en términos de humanidad, a lo que está sucediendo estos días. Ya saben que la emérita continúa ingresada en la Clínica Ruber de Madrid por una infección urinaria. Ya son 3 noches las que ha pasado en observación, demasiado tiempo para una sencilla cistitis. La versión oficial, la del centro y la de su hijo Felipe VI, es que no hay de qué preocuparse. Después ves la cara de la infanta Elena y empiezas a dudar de que no haya alguna sorpresa oculta. Los hermanos han sido los únicos que han visitado el centro médico, con la nota extraordinaria de Letizia, que justo después de llegar de Gran Canaria de viaje oficial, se presentaba en persona con su marido. El resto de familiares, ni rastro. Nadie la visita. Ni Vic, que está en Madrid y sin nada más que hacer que frivolidades y tonterías de pija ni-ni. Pues ni así.
El espectáculo de anoche de la señorita es para ponerse las manos en la cabeza. Tu yaya pasándolas canutas y tú haciendo morritos en una jarana de Ives Saint Laurent en Madrid. Entre sus poses ridículas, la peste de impostación y farsa que arrastra y la falta de empatía de la hija de Jaime Marichalar, sentimos un escalofrío repugnante. Pretende ser alguien al lado de Aitana, Mónica Cruz y similares, pero la realidad es sin los apellidos no la dejarían pasar de la puerta. Así paga los servicios prestados: con indiferencia y exhibicionismo patético. Un día ocurrirá una desgracia y a ella le pillará en un reservado VIP con una ronda de chupitos y unas bengalas encendidas en las manos. Triste vida, la de esta pobre niña rica.