La etiqueta de influencer de Victoria Federica es un chiste malo. Con ella hace ver que trabaja y que se gana la vida para exhibir los lujos que forman parte de su día a día. La excusa perfecta. Si gracias a sus posts y campañas de publicidad consigue resultados óptimos lo desconocemos. Diríamos que no, porque el personaje se come al producto. Y Vic, vaga, maleducada y antipática por naturaleza, no sería la persona favorita del gran público. Todo lo que proyecta es cuestionable, pueril o escandaloso. Ni los monárquicos y pro-VOX la soportan, como Ana Rosa Quintana. Es un indicador claro, el personaje pincha. Empresarialmente no es ni un cohete ni un Ferrari. No llega ni al Twingo, es un coche a pedales.
NI influencia en ventas ni influencia vital. ¿Pues, qué le queda a la criatura? El apellido. La posición social. La famiglia. El morbo. Hija de una exinfanta de España y reina usurpada, Elena de Borbón; nieta favorita del rey fugado Juan Carlos y sobrina vetada para el actual monarca en ejercicio, Felipe. El alter ego femenino de su hermano Froilán, la oveja negra más famosa, y con un padre expulsado del paraíso y, muy importante, conectado al lujo internacional. Jaime Marichalar, un señor del que ha heredado soberbia, malas formas y acceso VIP a pasarelas de todo el mundo. Todo este cóctel es el que proyecta @vicmabor en redes sociales, en un spot de gafas|ojeras o en lo que sea que promocione. Se nos olvida. Solo la vemos haciendo cosas como estas. La memoria es así.
La agencia de Victoria Federica hundida, le roban a María Pombo
El paso a la primera línea del profesionalismo virtual requería entrar fichar por una empresa de representación. Una agencia. Escogió SoyOlivia, donde hay influencers de derecha rancia y españolista a patadas, muchas de ellas amigas suyas. Su lugar ideal. La estrella era María Pombo, imaginen qué ambiente. Hablamos en pasado sí, porque se acaba de largar repentinamente con el piloto Marc Márquez, que ha montado otra agencia. Al catalán parece que le gustan mucho estos ambientes laborales y personales, no para. En el sector es el robo y la traición del siglo. A SoyOlivia se le cae una parte importante del chiringuito, por mucho que hagan ver que aquí no pasa nada. Era el gran motor económico, pero los ha dejado tirados.
Gafe, mal negocio... pero trepa en la empresa
Vaya, que ha sido entrar Victoria Federica en una empresa y que salte por los aires: gafe de manual. Todo lo que toca se estropea. Quizás más que un problema, sin embargo, ella ve una oportunidad: ahora podrá escalar sin temer que le llamen trepa, y quien sabe si ocupar el trono de la agencia. Superaría a su madre, al menos ella habría podido saber cómo se siente desde allí arriba. Una victoria contra la turra materna de estudiar y hacer algo de provecho en vez de cerrar discotecas, liarla gorda con el coche y dar trabajo a los guardaespaldas. Toma ya.
Victoria es como Atila. Allí por dónde pasa... ya se sabe.