Coldplay ha puesto punto y final a la serie de 4 conciertos consecutivos en el Estadio Olímpic Lluís Companys de Barcelona. La clausura ha estado repleta de VIPS: Leo Messi, Gerard Piqué, los Estopa... Ah, sí. Y Victoria Federica, si es que la podemos considerar como tal. La hija de la infanta Elena no es deportista, ni cantante, ni empresaria de éxito, a ella la fama le va por el apellido, por maleducada y por tener una jeta infinita. Una de sus grandes aficiones es la de ir de jarana en jarana gratis total, una gorrona de manual. Con este pobre currículum el simulacro de influencer se pasea por plazas de toros, desfiles, partidos de fútbol y conciertos como si fuera la reina del mambo. De reina, eso sí, no tiene absolutamente nada. De creída y pueril, todo.
Pueril, sí. Infantiloide. Inmadura y ridícula. A medida que la corte promonárquica, cortesana y aduladora la eleva en los altares, la criatura responde con actitudes lamentables. Lo vimos en la premiere de su spot para una marca de gafas de sol, justo después de aterrizar procedente de México junto a su padre Jaime Marichalar o en el exterior de Las Ventas cuando iba a ver al rollito Andrés Roca Rey, por poner tres ejemplos sin pensar demasiado. Pero vaya, que es una característica que lleva mucho tiempo entrenándola, tiene maña. En la propia Barcelona asistimos a un show patético cuando llegaba del brazo de su ex Jorge Bárcenas y todo el mundo sabía que habían roto, pero no lo reconocía para no estropearle un negocio. Para evitar preguntas huyeron por piernas, un cuadro. Una escena similar a la que se ha vivido en la Montaña Mágica hace unas horas.
Victoria Federica, homenaje con el noviete catalán Albert Arenas en el concierto de Coldplay
Si Vic es fan o no de la banda británica lo desconocemos. Da la impresión de que no, que fue por otros motivos. Y no, no era solo el postureo. Es que tenía plan. Una cita romántica con otro novio de quita y pon. El piloto de motos catalán Albert Arenas, con lo que hace la goma desde hace meses. Se pegan homenajes en plan Guadiana, ya nos entendemos. Ayer tocaba, pero no quería que se notara. Cosa imposible porque claro, los fotógrafos, reporteros y periodistas que hacían guardia en la entrada VIP del Estadio no son burros. Con seguir la línea de puntos bastaba: la Borbón llegaba con una amiga y Arenas un rato más tarde con otro tipo haciéndole de carabina. Pensar que este par disfrutaría de la noche por separado es una teoría tan lícita como absurda. No cuela.
El papelón de la royal escondiéndose tras un muro del Estadio Olímpic: retratada
Victoria Federica es la peor persona para guardar un secreto. No tiene futuro en el campo del espionaje ni de los agentes secretos, el CNI no la captará en su vida. Todo por cosas como la actitud que demostraba en el exterior del recinto, totalmente delatora: al ver a la prensa hacía el papelón y se escondía tras un muro. Iba asomando la cabeza pensando que nadie la veía. Error. Retratada. La foto de Europa Press es un cuadro marca de la casa. Hija, que te ha visto todo quisqui. ¿Y sabes qué? Que si no hicieras el show nos importaría un rábano. Pero no, tienes que dar la nota. Muy apropiado, por otra parte.
No eres el ombligo del mundo, Victoria. Cuando te lo metas en la cabeza te irá mucho mejor.